Hace un siglo que Egipto perdió su independencia, cuando lo visitó Heródoto. Desde que fue conquistado por los Persas en el año 525 a.C., nunca dejó de estar dominado por extranjeros: después de los Persas, fueron los Macedonios con Alejandro, los Romanos con Julio César en el año 50 a.C., los Árabes en el siglo VII, los turcos en el siglo XVI, los franceses con Napoleón y los ingleses en el siglo XX.
Cuna de la civilización durante 10.000 años mientras que el resto del mundo estaba sumergido en la barbarie, Egipto, destruido por todas estas ocupaciones sucesivas, no jugara ningún papel sobre el plan político, pero sin embargo, durante mucho tiempo enseño a los nuevos pueblos del Mediterráneo las luces de la civilización (incluidos griegos y romanos entre otros). Permanecerá durante toda la antigüedad la tierra clásica dónde los pueblos mediterráneos vinieron en peregrinación para alimentarse de las fuentes de los conocimientos científicos, religiosos, morales, sociales, etc., los más antiguos que los hombres hayan adquirido.
Así es como por todo el perímetro Mediterráneo se edificaron sucesivamente nuevas civilizaciones beneficiándose de múltiples aportaciones que favorecieron la configuración geográfica del Mediterráneo -un cruce de caminos, el mejor situado del mundo- han evolucionado sobre todo hacia un desarrollo materialista y técnico. Una evolución en la cual hay que situar el genio materialista de los indoeuropeos: griegos, romanos.
Durante el siglo IV El soplo pagano que animaba esta civilización grecorromana se desvaneció; dos nuevos factores, el cristianismo y las invasiones bárbaras, interfirieron en ese lugar de la vieja Europa occidental para dar origen a una nueva civilización, la misma que, hoy, vuelve a manifestar síntomas de agotamiento. Esta última civilización que heredó todos los progresos técnicos de la humanidad gracias a contactos ininterrumpidos entre los pueblos, ya se encontraba bastante equipada técnicamente en el siglo XV para lanzarse al descubrimiento y a la conquista del mundo.
Así, desde el siglo XV, los portugueses llegaron a África por el Océano Atlántico, estableciendo a partir de ahí los primeros contactos modernos ininterrumpidos de África subsahariana con occidente.
¿Que encontraron en esta otra extremidad de África?
¿Cuáles eran las poblaciones encontradas?
¿Estaban allí desde muy antiguo o acababan de inmigrar?
¿Cuál era su nivel cultural el grado de su organización social y política, en una palabra, su estado de civilización?
¿Qué impresión podían guardar de estas poblaciones?
¿Qué idea podían hacerse de sus capacidades intelectuales y de sus aptitudes técnicas?
¿Cuál será la naturaleza de las relaciones sociales que van a existir a partir de ahora entre Europa y África?
¿En qué sentido evolucionaron constantemente?
La respuesta a estas preguntas dará la explicación total de la leyenda actual del Negro primitivo.
Para responder a estas diferentes cuestiones, es indispensable referirse a Egipto en el momento en el que cae bajo el yugo de los extranjeros.
Hasta este momento el reparto de los Negros sobre el continente africano estaba en dos zonas principales.
Suponemos que alrededor de 7.000 años a.C., la desecación del Sáhara termino y África Ecuatorial fue probablemente una zona de selva virgen muy densa para atraer a los hombres. Los últimos Negros que vivían en el Sáhara posiblemente lo abandonaron para emigrar hacia el Alto-Nilo, mientras que otros a excepción de algunos grupos perdidos por el resto del continente, emigraron hacia el sur, o hacia el norte.
Posiblemente los que emigraron al alto-Nilo encontraron allí a una población negra autóctona. Sea lo que sea, es la adaptación progresiva a las nuevas condiciones de vida que la naturaleza asignó a estas diferentes poblaciones negras, donde nacerá el fenómeno más antiguo de civilización que la tierra ha conocido. Esta civilización, llamada Egipcia en nuestra era, se desarrollará durante mucho tiempo en su cuna primitiva, para luego descender lentamente a lo largo del valle del Nilo para extenderse por toda la cuenca mediterránea. Este ciclo de la civilización, el más largo en la historia, hubiera durado 10.000 años.
Estas civilizaciones africanas estaban cada vez más aislada del resto del mundo, tendiendo a vivir en aislamiento, debido a la enorme distancia que las separa de las vías de acceso al Mediterráneo. Cuando Egipto perdió su independencia, el aislamiento fue completo.
Después de que la historia hubiera roto su antiguo equilibrio con el entorno, el Negro encontró un nuevo equilibrio, diferente del primero donde la técnica no era de importancia vital, en cambio, sí que lo era la organización social, política y moral. Los recursos económicos fueron asegurados por medios que no exigían constantes invenciones, progresivamente el Negro se desintereso del progreso material.
Es bajo ese nuevo estado de civilización que el encuentro se hará con Europa. En el siglo XV, cuando los primeros marineros comerciantes portugueses, holandeses, ingleses, franceses y daneses, comenzaron a establecer centros de negocios sobre la costa occidental de África, la organización política de los Estados africanos era igual, o incluso superior, a la de sus propios Estados respectivos.
Las monarquías eran ya constitucionales con un Consejo del pueblo donde las diferentes capas sociales fueron representadas y el rey negro, contrariamente a la leyenda, no era, ni jamás fue un déspota, con poderes ilimitados. En algunos lugares, fue investido por el pueblo, con el intermediario del Primer Ministro que representaba a hombres libres. Su misión era la de servir al pueblo con sabiduría y su autoridad dependía de su respeto a la Constitución así establecida.
El orden social y moral estaba al mismo nivel de perfección. En ningún lugar reinó una mentalidad pre-lógica en el sentido que lo entendió Lucien Levy-Bruhl, y no hay necesidad de refutar aquí una tesis que su autor renegó antes de su muerte…
En cambio, por todas las razones ya indicadas, el desarrollo técnico fue menos acentuado que en Europa. El negro, a pesar de ser el primero en descubrir el hierro, no descubrió el cañón, el secreto de la pólvora solo lo sabían los sacerdotes egipcios, que lo utilizaban sólo por fines religiosos en los Misterios de Osiris.
África era, muy vulnerable desde el punto de vista técnico. Y se convirtió en un objetivo atractivo, irresistible para Occidente equipado con armas de fuego e infantes de marina.
El auge económico de Europa del Renacimiento impulsó a la conquista de África rápidamente. Pasaron de un estado de comercio costero a la anexión por entendimientos occidentales internacionales seguida de una conquista interior por las armas, conocida como «pacificación».
Es al principio de este período que América fue descubierta por Cristóbal Colón y el exceso del viejo continente se vertió sobre el nuevo. El desarrollo de las tierras vírgenes necesitaba una mano de obra barata. Entonces África sin defensa apareció como el depósito humano totalmente indicado donde había que sacar tal mano de obra con mínimo de gastos y de riesgos. La trata moderna de los esclavos negros se convirtió entonces en una necesidad económica antes de la aparición de la máquina.
Duró hasta mediados del siglo XIX.
Este cambio de papel, causado por nuevos avances técnicos, provocó en el plan social, las relaciones de dueño a esclavo entre el Blanco y el Negro. Ya en la Edad Media, la memoria de un Egipto negro que había civilizado la tierra se había desvanecido a consecuencia del olvido de la tradición antigua escondida en las bibliotecas o sepultada bajo las ruinas. Y se desvanecen aún más durante los cuatro siglos de esclavitud.
Impulsados por su superioridad reciente y técnica, los europeos tenían, a priori, un desprecio hacia el mundo negro y no se dignaban a tocar nada más que las riquezas. La ignorancia de la historia antigua de los Negros, junto con las diferencias de usos y de costumbres, los prejuicios étnicos entre dos razas que creen enfrentarse por primera vez y las necesidades de explotación económica, son los factores de los que predisponía el espíritu del europeo para torcer completamente la personalidad moral del Negro y sus aptitudes intelectuales.
«Negro» se vuelve en lo sucesivo sinónimo de ser primitivo, » inferior, dotado de una mentalidad pre-lógica”. Y como los seres humanos siempre están ansiosos de justificar su conducta, iremos aún más lejos, el deseo de legitimar el colonialismo y la trata de esclavos, es decir, la condición social del Negro en el mundo moderno, engendrará toda una literatura descriptiva de los supuestos caracteres inferiores del Negro. Así, el espíritu de varias generaciones europeas será distorsionado progresivamente.
La opinión occidental se cristalizará y admitirá instintivamente como una verdad revelada que Negro = Humanidad inferior.
Colmo de cinismo: se presenta la colonización como un deber de humanidad, invocando una misión civilizadora de Occidente con la tarea de elevar al africano al nivel de otros hombres. A partir de ahora, el capitalismo está listo. Puede ejercer las explotaciones más feroces a salvo de pretextos morales.
Tal clima de alienación acabó por actuar profundamente sobre la personalidad del Negro, en particular del Negro instruido que tuvo la oportunidad de darse cuenta de la idea de que el resto del mundo se hace de él y de su pueblo.
Pasa muy a menudo que el Negro intelectual pierda confianza en sus propias posibilidades y las de su raza hasta tal punto que, a pesar del valor de las demostraciones expuestas en el curso de este estudio, no será asombroso que algunos de nosotros, después de haberse informado de esto, todavía nos cueste asumir verdaderamente el papel principal civilizador del mundo.
Es frecuente que Negros de intelectualidad alta permanezcan víctimas de esta alienación hasta el punto de buscar codificar a buena fe estas ideas nazis de una pretendida dualidad del Negro sensible y emotivo, creador de arte, y del Blanco hecho sobre todo de racionalidad.
Así es como se expresa de buena fe un poeta negro africano en un verso de admirable belleza » La emoción es negra y la razón helénica» (Léopold Sédar Senghor).
Cheikh Anta Diop, Nations nègres et culture : de l’antiquité nègre égyptienne aux problèmes culturels de l’Afrique noire d’aujourd’hui, Editions Présence africaine, Paris, 1954-1979. (Pagina 49-55)