Fragmentos de la conferencia que Cheikh Anta Diop pronunció en la Primer Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros, París, 1956.

cheikh-anta-diop-and-alioune-diopEmprender estas investigaciones nos llevó a descubrir que el antiguo Egipto y la civilización faraónica eran, sin duda alguna, una civilización negra. Desde este punto de vista se han esgrimido argumentos antropológicos, etnológicos, lingüísticos, históricos y culturales. Para juzgar su valor basta referirnos a la obra Nations Nègres et Culture publicada por Présence Africaine. Si fuese necesario, recordaré estos argumentos a los miembros del Congreso durante las discusiones en las Comisiones, con el fin de esbozar el Informe Final que será publicado.

No obstante, si el tiempo lo permite, trataré de dar unos pocos ejemplos.

Es importante aclarar un punto principal en primer término. Si la civilización egipcia fue una civilización negra, esto no significa que todos los negros que ahora viven en el continente tomaron parte en ella en la misma medida. Es cierto que alrededor de Egipto y del Sudán meroítico (llamado antes Sudán inglés), que ya estaban civilizados en los días de Diodoro Sículo, existían tribus africanas que «no conocían aún la humanidad» (la expresión es del mismo Diodoro), es decir que, según todas las probabilidades, eran salvajes que erraban cerca del valle del Nilo, así como los bárbaros de nuestro siglo IV lo hacían alrededor del Imperio romano. Estaban los xyllófagos (comedores de saltamontes), los estrutófagos (comedores de avestruces), como los llamaron los griegos, los ictiófagos (comedores de pescado) y los que Diodoro denominó «los conducidores de elefantes». Quizás ello explique hasta cierto punto los diferentes niveles de cultura que se encuentran en ciertos pueblos africanos, aparte de la regresión causada por la retribalización provocada por el colonialismo. Este último factor es con frecuencia predominante para explicar el status atrasado de ciertas tribus.

No es menos cierto por ello que el experimento egipcio fue esencialmente negro, y que todos los africanos pueden sacar de éste la misma ventaja moral que sacan los occidentales de la civilización grecolatina.

En la actualidad es relativamente sencillo afirmar la contribución del negro al progreso humano. Como es previsible, irá más allá de los tradicionales límites del arte.

En la medida en que Egipto fue, sin discusión, el gran iniciador del mundo mediterráneo, esta contribución existe en los campos de la ciencia, la arquitectura, la filosofía, la música, la religión, la literatura, el arte y la vida social, etc…. No puedo aquí extenderme en detalles sobre esta vasta influencia, que abarca todas las ramas de la actividad desde el principio de los tiempos. Razón de más para no hacerlo es que ningún especialista duda de ello. Los especialistas se sienten satisfechos simplemente buscando un origen extraafricano blanco para la civilización egipcia.

Fue suficiente para nosotros demostrar, de un modo que no admite réplica, el origen negro de la civilización egipcia para determinar solo por este hecho la contribución negra al progreso humano. En la discusión será posible, por lo tanto, criticar en detalle la idea de un Egipto negro. Y aquí querría yo citarles unos pocos ejemplos.

Heródoto es un indoeuropeo; por lo tanto no tenía interés alguno en afirmar si no fuera cierto que «los egipcios tenían la tez oscura y el cabello enrulado», que eran negros y que ellos habían civilizado el mundo mediterráneo. No cabe duda del valor de estos argumentos; si se tratase de analizar hechos complejos, hechos de naturaleza social, o de alguna otra índole, podría dudarse de ellos, pero admitamos que un viajero que llega a un país es capaz de reconocer cuanto menos el color de la piel de los habitantes. Heródoto solo hace una observación de este tipo. Por otra parte suele aceptarse que sus observaciones eran correctas en asuntos mucho más complejos.

En el siglo y a.C., una isla de negros, los colquianos, vivían en las riberas del Mar Negro; su origen Interesó a todos los eruditos de la Antigüedad. Heródoto sugiere una explicación en su Libro II: «Los egipcios dijeron que creían que los colquianos originales eran hombres del ejército de Sesostris. Mi idea personal sobre el tema se basa, en primer término, en el hecho de que poseen tez negra y cabello como lana»; da también otras razones en las que no ahondaré. Es seguro que la opinión de Heródoto sobre el origen de loa egipcios no es una opinión aislada. Todos los eruditos y escntores de la Antigüedad testimonian en el mismo sentido Diodoro Sículo, Estrabón, Esquilo y otros.

Cuando Heródoto emplea la voz «melanos», la palabra más fuerte que existía en Grecia para describir a un negro, los eruditos modernos traducen «piel bronceada «piel quemada por el sol». Pero veamos las cosas con exactitud; hay algunos eruditos de buena fe. Les daré pruebas de ello. Un miembro del Instituto viajó por Egipto entre los años 1783 y 1785; me refiero a Volney, el famoso sabio. Las revelaciones que hizo después de su viaje en el Cercano Oriente causaron sensación y este es su testimonio sobre el pueblo egipcio después de 5.000 años de historia: «Todos tienen rostros inflados, ojos prominentes, narices aplastadas y labios gruesos, en otras palabras, una típica cara de mulato. Tuve la tentación de atribuir esto al clima, hasta que visité la Esfinge, y la apariencia de ésta me proporcionó la clave del problema. Al ver su cabeza, tan característica del negro en todos sus rasgos, recordé el notable pasaje de Heródoto donde dice: “Por mi parte pienso que los colquianos son una colonia de los egipcios, porque, a semejanza de éstos, poseen piel negra y cabello como lana”, es decir, que los antiguos egipcios eran negros reales como todos los nativos de Africa, y ello explica por qué su sangre, mezclada por siglos con la de los griegos y los romanos, debe haber perdido la intensidad de su colaboración original, aunque conservando la marca de su prístino molde. Se puede desarrollar mucho esta observación original, y hacerse la pregunta de si la fisiognomía es apropiada en muchos casos para establecer o arrojar luz sobro los orígenes de los pueblos, etc.». Más adelante, Volney llega a la conclusión siguiente: «Pero, volviendo a Egipto, los hechos con los cuales contribuyó este país a la historia ofrecen mucho campo de reflexión para el filósofo. Qué tema de meditación ver el actual barbarismo e ignorancia de los coptos como surgidos de la alianza y del profundo genio de los egipcios y del espíritu brillante de los griegos, y pensar que a esta raza negra, que en la actualidad es nuestra esclava y objeto de nuestro desprecio, debemos las artes y las ciencias e inclusive el uso del lenguaje. Imagina finalmente que es en el seno de pueblos que se dicen amantes de la libertad y la humanidad donde se sancionó la más bárbara esclavitud, e inclusive se ha planteado la pregunta de si los negros tienen una inteligencia del mismo tipo que los blancos.» (Volney, Voyages en Syde et en Egipte, París, 1787, vol. 1, páginas 74-77.)

Champollion descubrió para su gran sorpresa que en 1500 a.C., de acuerdo con los bajorrelieves egipcios la raza blanca era la más salvaje de la humanidad y estaba en la parte inferior de la escala, en tanto que los egipcios y los sudaneses (nubios) se hallaban a la cabeza de la civilización. Al ver estas pinturas estalló en llanto. «Pero el contemplarlas, no obstante, tiene algo de consolador y halagador, puesto que nos permite justamente apreciar el camino que desde entonces hemos recorrido.» (Cf. Carta 13, citado en Nations Nègres.)

Otro egiptólogo de buena fe, Amélineau, se expresa en el mismo sentido. De su estudio de la civilización egipcia, Amélineau llega a los siguientes resultados: «La conclusión que surge de estas consideraciones, es que el pueblo conquistado del Anous inició a los conquistadores en una parte, al menos, del camino de la civilización y el arte, y esta conclusión, como se verá fácilmente, es una de las más importantes de la historia de la civilización humana, y en consecuencia de la religión. La civilización egipcia -y ello resulta perfectamente claro de lo antedicho- no es de origen asiático, sino africano, de origen negroide, por paradójica que parezca esta afirmación. No estamos acostumbrados a dotar a la raza negra y similares de condiciones de inteligencia, ni siquiera de la inteligencia suficiente como para haber hecho los primeros descubrimientos necesarios para la civilización; no existe, empero, ni una tribu de las que ahora habitan el interior de África que no haya poseído, que no posea aún uno u otro de estos primeros descubrimientos, etc.» (Cf. Natíons Nègres.)

Al redescubrir así nuestro pasado, hemos buscado un medio de recrear esa conciencia histórica sin la cual no puede haber una gran nación.

Abordemos ahora otras perspectivas culturales de África. Es esencial especificar nuestro marco de referencia al hablar de cultura. En mi opinión, suele unirse la idea de cultura con la de un Estado multinacional que abarque la totalidad del continente. Es decir que los problemas culturales surgirán en la totalidad de su fuerza el día que logremos la independencia a escala continental por una lucha victoriosa contra el colonialismo. Por cierto, en el curso de esta lucha, las armas culturales son desde ahora necesarias; nadie puede prescindir de ellas. Por ello hay que forjarlas simultáneamente dentro de la estructura de nuestra lucha por la independencia nacional.

Cuando hayamos creado, como dije, un estado soberano continental y multinacional, deberemos dotarlo, dígase lo que se diga, de una superestructura ideológica y cultural, que será uno de los baluartes esenciales de seguridad. Esto significa que el Estado, como un todo, debe ser consciente de su pasado, lo que implica la preparación de una Historia General del Continente, que abarque las historias individuales de las distintas nacionalidades. El papel de la historia en la vida de un pueblo es lo suficientemente conocido como para que yo lo subraye aquí. Una de nuestras preocupaciones fue delinear, en rasgos generales, la historia de nuestro continente. Si reflexionamos unos instantes en el plano de la creación artística, veremos que éste no es válido, que no refleja el alma nacional de un pueblo si el artista no se inspira realmente de su pasado, aun en el caso de que cree como reacción contra él.

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