Erase una ve un negro mejor que Cervantes. De joven el negro le cargaba sus libros al amito y estaba a su disposición incluso en las horas. Cuando el hijo del amo terminó los estudios, el que sabía griego, latín, matemáticas, gramática e historia era el criado negro.
Juan Latino ( el que siempre fue llamado en Granada Juan de Sessa), fue un esclavo negro traído en su infancia al Algarve por los comerciantes de esclavos portugueses, vendido en Sevilla al convento de San Francisco y posteriormente a la poderosa familia Fernández de Córdova —los herederos del Gran Capitán—.
Creció en Baena, se trasladó a Granada en la segunda década del siglo xvi, siguiendo a sus amos los Fernández de Córdova. Cursó estudios de bachiller y licenciatura en artes liberales, fue manumitido a la edad de treinta años, casó con doña Ana de Carleval, bella joven de muy distinguida familia
Llegó a ser profesor de latín en la universidad fundada por Carlos I y catedrático de gramática en el Colegio Catedralicio; y en los efímeros tiempos en que por decisión del César Carlos Granada fue capital política del imperio español, se convirtió en persona de gran influencia en los ámbitos más exclusivos del poder.
Fue amigo íntimo del arzobispo Pedro Guerrero, del omnímodo presidente de la Real Chancillería Pedro de Deza, y consejero de Juan de Austria cuando el hermanastro de Felipe II se instaló en la ciudad, con armas y bagajes, para sofocar la rebelión de los moriscos ocurrida en 1568.
Años más tarde, con motivo del triunfo en Lepanto, Juan Latino le dedicaría su obra más célebre, la elegía Austriada Cármine.
Tal era la confianza que en su talento y habilidad diplomática tenían los regidores de Granada, que con ocasión del traslado al Escorial de los restos mortales de los antecesores de Felipe II, hasta ese entonces sepultos en la granadina Capilla Real, el cabildo le encomendó la difícil tarea de convencer al Emperador para que no se llevase de la ciudad los sepulcros de los Reyes Católicos. Juan Latino era un hombre muy sagaz, amén de culto.
Tan astuto que mereció de Miguel de Cervantes, en el prólogo de El Quijote, la siguiente alusión —refiriéndose a sí mismo—: “Pues al cielo no le plugo / que salieses tan ladino/ como el negro Juan Latino”.
Haciendo, pues, uso de su proverbial talento persuasivo, nuestro negro dedicó a Felipe II una sentida elegía titulada De traslatione corporum regalium. En esta composición poética, escrita en latín como toda su obra, presenta a Granada como una matrona gozosa y doliente que se congratula por el nacimiento del príncipe Fernando, heredero de la corona, para de inmediato suplicar al Emperador que no se lleve de Granada los cuerpos de sus bisabuelos, pues constituyen y dan aliento al ser profundo de la ciudad.
Le recuerda amablemente su origen granadino, ya que el Emperador fue concebido en estos pagos, fruto del amor entre su padre e Isabel de Portugal, y promete eterna lealtad a la corona y fervoroso reconocimiento por la solicitada merced.
Accedió el Emperador a las pretensiones del negro. Si hoy los sepulcros de los Reyes Católicos continúan siendo visitados por muchos miles de turistas cada año, subrayando su asentamiento la transcendencia histórica de Granada, es gracias a la habilidad, el ingenio y lucidez de aquel hombre extraordinario que, según sus propias palabras, era negro de llamar la atención “como mosca en leche”, y según su amo, amigo y admirador Gonzalo Fernández de Córdova —nieto del Gran Capitán—, “rara avis in terra”.
Sin embargo en la granada de hoy solo una escuela de educación infantil lleva su nombre .
Ref
El negro Juan Latino, un ejemplo de integración en la España del XVI