Idi Amin Dada, una de las figuras más controvertidas y temidas del siglo XX, gobernó Uganda con un puño de hierro entre 1971 y 1979. Su régimen, marcado por la violencia, la paranoia y un culto desmedido a su personalidad, dejó una huella imborrable en la historia de África. Amin no solo fue un dictador sanguinario, sino también un personaje excéntrico cuyas acciones desafiaron la lógica y sumieron a Uganda en un caos del que tardaría décadas en recuperarse. Este artículo explora la vida, el ascenso al poder, el gobierno tiránico y el legado de uno de los líderes más brutales de la historia moderna.
Los orígenes de un futuro dictador
Idi Amin Dada nació alrededor de 1925 en Koboko, una pequeña localidad en el noroeste de Uganda, cerca de la frontera con la República Democrática del Congo. Aunque su fecha exacta de nacimiento es incierta, se cree que fue entre 1925 y 1928. Hijo de Andreas Nyabire, un agricultor y soldado que se convirtió al islam y adoptó el nombre de Amin Dada, y de Assa Aatte, una curandera tradicional de origen congoleño, Idi Amin creció en un entorno humilde y marcado por las creencias espirituales de su madre.
Desde joven, Amin mostró un interés por las actividades físicas, destacando en deportes como la natación y el boxeo, en el que llegó a ser campeón nacional de peso pesado. Sin embargo, su educación formal fue limitada, y se le consideraba prácticamente analfabeto. En 1946, se unió al King’s African Rifles (KAR), un regimiento colonial británico, donde comenzó como ayudante de cocina. Su imponente físico (medía 1,93 metros y pesaba más de 100 kg) y su disposición para el combate le permitieron ascender rápidamente en la jerarquía militar.
El ascenso al poder
Tras la independencia de Uganda en 1962, Idi Amin se convirtió en una figura clave dentro del ejército. Apoyó al primer ministro Milton Obote, quien lo recompensó con ascensos y lealtad. Sin embargo, la relación entre ambos se deterioró debido a las ambiciones de Amin y su participación en actividades ilícitas, como el contrabando de oro y marfil desde el Congo.
En enero de 1971, mientras Obote asistía a una cumbre en Singapur, Amin aprovechó la oportunidad para dar un golpe de Estado. Con el apoyo de sectores del ejército y de potencias extranjeras, incluyendo Reino Unido e Israel, Amin se autoproclamó presidente de Uganda. Inicialmente, su gobierno fue recibido con optimismo por parte de la población, que esperaba un cambio tras los años de autoritarismo de Obote.
El régimen de terror
Aunque en un principio Amin se presentó como un líder conciliador, liberando presos políticos y prometiendo elecciones libres, pronto reveló su verdadera naturaleza. Estableció el State Research Bureau (SRB), una agencia de inteligencia encargada de eliminar a opositores y disidentes. Las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas y las torturas se convirtieron en prácticas comunes.
Uno de los episodios más notorios de su régimen fue la expulsión de la comunidad asiática de Uganda en 1972. Amin acusó a los asiáticos, muchos de los cuales eran empresarios y comerciantes, de «sanguijuelas económicas» y les dio 90 días para abandonar el país. Más de 50,000 personas, en su mayoría de origen indio, fueron expulsadas, lo que provocó una crisis económica y un colapso del sector empresarial ugandés.
La paranoia de Amin lo llevó a purgar constantemente su círculo cercano. Ministros, oficiales militares y civiles eran ejecutados bajo la más mínima sospecha de traición. Se estima que entre 100,000 y 500,000 personas fueron asesinadas durante su gobierno, incluyendo miembros de etnias rivales, intelectuales, periodistas y líderes religiosos.
Megalomanía y delirios de grandeza
A medida que su régimen avanzaba, Amin se sumergió en un mundo de fantasías y delirios de grandeza. En 1975, se autoproclamó «Presidente Vitalicio» y «Mariscal de Uganda». También se otorgó títulos extravagantes, como «Conquistador del Imperio Británico» y «Rey de Escocia», en un intento de ridiculizar a sus antiguos amos coloniales.
Su megalomanía alcanzó su punto máximo durante la cumbre de la Organización para la Unidad Africana (OUA) en Kampala en 1975. Amin organizó desfiles militares y exhibiciones de poder para impresionar a los líderes africanos, pero su comportamiento errático y sus declaraciones incoherentes lo convirtieron en objeto de burla y preocupación.
Relaciones internacionales
A nivel internacional, Amin alternó entre la confrontación y la búsqueda de aliados. Rompió relaciones con Israel y se acercó a países árabes como Libya, cuyo líder, Muammar Gaddafi, se convirtió en uno de sus principales apoyos. También estableció vínculos con la Unión Soviética y Alemania Oriental, aunque su política exterior era impredecible y a menudo contradictoria.
En 1976, Amin permitió que un avión de Air France secuestrado por terroristas palestinos aterrizara en el aeropuerto de Entebbe. El posterior rescate de los rehenes por parte de comandos israelíes fue un golpe humillante para su régimen y lo dejó aún más aislado internacionalmente.
La caída de Idi Amin
La economía de Uganda, ya debilitada por la expulsión de los asiáticos y la corrupción, colapsó en 1978. La caída de los precios del café, principal producto de exportación, exacerbó la crisis. Además, la reducción de la ayuda financiera de Libia dejó al régimen sin recursos para mantener su aparato represivo.
En octubre de 1978, Amin ordenó la invasión de Tanzania, en un intento desesperado por desviar la atención de los problemas internos. Sin embargo, las fuerzas tanzanas, apoyadas por exiliados ugandeses, contraatacaron y avanzaron hacia Kampala. El 11 de abril de 1979, Amin huyó de la capital y se exilió primero en Libya y luego en Arabia Saudita, donde vivió bajo protección hasta su muerte.
Legado y muerte
Idi Amin murió el 16 de agosto de 2003 en Jeddah, Arabia Saudita, a los 78 años. Aunque solicitó regresar a Uganda en varias ocasiones, el gobierno de Yoweri Museveni le negó el permiso, alegando que enfrentaría cargos por crímenes contra la humanidad.
Su legado es uno de los más oscuros en la historia de África. Amin no solo destruyó la economía y la estructura social de Uganda, sino que también dejó una profunda cicatriz en la psique nacional. Su régimen es recordado como un ejemplo de cómo el poder absoluto puede corromper y destruir a un país.
Conclusión
Idi Amin Dada fue un personaje complejo y contradictorio, cuya combinación de carisma, brutalidad y locura lo convirtió en uno de los dictadores más notorios del siglo XX. Su gobierno dejó a Uganda sumida en el caos y la desesperación, y su legado sigue siendo un recordatorio de los peligros del autoritarismo y la impunidad.
Referencias
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