Inicio África en el Mundo Mansa Abubakry II El imperador de Mali que viajó a America

Mansa Abubakry II El imperador de Mali que viajó a America

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Estamos en el año 1310 y el rey Abubakri está dando vueltas en su palacio algo aburrido. Sus generales le preguntan sobre el conflicto con la ciudad de Djenne que aun resiste a su autoridad. “Dejad Djenne tranquilla” les dice. Sus griots asienten, su imperio de dos a tres millones de kilómetros cuadrados, es tan potente como el imperio romano. El rey Mandingo reina sobre una gran parte del oeste de África, entonces porqué ir a combatir a Djenne ?

« Ô Maré Djata Konaté (Soundjata) que tu ka (energía) admire lo que he hecho del imperio que has fundado! » Sunjata Keita está en todas las memorias, levantó un imperio más grande que Wadagou (Ghana).

Pero Abubakry II, quedará él también en las memorias?

Es tiempo de ir a escuchar la voz de pueblo. El rey más rico del mundo ataviado de oro de la cabeza a los pies desciende las escaleras de su palacio arrastrando su capa de seda Europea. Este increíble lujo se ha convertido en rutina. Caminando entre sus 300 guardias armados con lanzas, el Mansa (emperador) accede a su trono. El pueblo no tiene mucho de qué quejarse pues vive ya en la suficiencia material. El rey bosteza de aburrimiento. Entonces Abubakari se escapa y sueña con tierras desconocidas, un viaje excepcional. Una peregrinación a la Meca?

En realidad no. Su hermano pequeño Kankan Moussa la quería  más que él. Aparte de la espiritualidad de sus antepasados ​​todavía le invade prioridad. Abubakari piensa en la tierra del otro lado de las grandes aguas, qué hay al final de esta aventura? ¿Cuál es pues esta tierra que haría de él un rey más poderoso que Tenkamenin y Sundiata? Está decidido, cruzará el océano.

«Fari yo Fari yo Fari yo (Faraón! Faraón! Faraón!)» Los Griots ya se están preparando para contar otra historia en Bambara que deice que Abubakari se levanta rápidamente de su Ben-bi (trono) y los deja plantados allí. Necesita barcos, marineros, provisiones, para que su flota se haga a la mar. El Mansa hace llegar de todos los rincones de Kamita (África) a gentes capaces de satisfacer su deseo. Incluso quiere a los mismos ingenieros del Lago Chad que todavía saben cómo construir los barcos como los antepasados ​​de Egipto. Todas las embarcaciones en ríos Djoliba (Níger) y Senegal son estudiadas.

Recursos materiales y humanos colosales se asignan a este proyecto. El palacio está lleno de docenas de expertos. Abubakari envía al infierno la burocracia administrativa. No duerme, obsesionado con dejar su huella en la historia, se piensa que se ha vuelto loco! Ante las divergencias de los expertos, el Mansa decide que la flota se compondrá de barcos de todos los tamaños. El día llega, él deja su capital Niani y hace el viaje hasta ell puerto en el Océano Atlántico. Su diversa flota de 200 barcos es inverosímil.

Las naves están cargadas de oro, regalos, carne secada y frutos envasados ​​para soportar el viaje. Los marineros embarcan. Abubakari les ordena de no regresar hasta que no lleguen a tierra. El Mansa espera que el sueño se haga realidad. La flota sale de la costa de Senegambia, el rey vuelve a su palacio a esperar.

Han pasado meses! No hay novedades, qué le ha sucedido a sus hombres? Ninguno regresó para informarle. Se da la consigna de no hablar al rey de su flota ya que el tema es sensible. Incluso ni a la gran esposa real le interesa tanto. Abubakari está desesperado cuando … «Mansa, un hombre, un marinero está de vuelta! «. El rey se precipita al oír la noticia, el hombre que encuentra está muy débil, es el capitán del último barco a la cola de la expedición.

Este último le comunica que después de días en el mar, los barcos fueron absorbidos por una especie de río con una poderosa corriente en el océano y todos desaparecieron en el horizonte. Se apoderó el miedo de él y el hombre dió la vuelta. Abubakari concluyó que sus marineros no supieron hacerlo. Así que a pesar de todo, decide tomar él mismo la iniciativa. «Esta catástrofe no le obliga a renunciar?» Se preguntan internamente todos sus ministros y sus morabitos, atónitos.

Nadie se atreve a contradecir al hombre más poderoso de Kamita. Abubakari relanza entonces la expedición y equipa una nueva flota de 2.000 barcos que salen de astilleros gigantescos de Senegambia. Vestido de blanco y con un turbante cubierto de joyas, confía temporalmente la autoridad en Kankan Moussa, que tiene por consigna ser coronado si él no regresa. Hechando un último vistazo a su imperio que quiere marcar para siempre, Mansa Abubakari II se sienta en un trono a bordo del barco más grande y va a encontrarse con su destino.

Ellos vinieron de las «tierras calientes». Ellos fueron «los que regresaron.» Hombres, a menudo excesivamente oscuros, comerciaban con múltiples objetos. Así es como los Amerindios describieron a los Mandingos, como una casta de comerciantes ricamente vestidos y cubiertos de plumas que finalmente habían acabado por suministrar a los mercados de América del Sur y Central con objetos de lujo unos 80 años antes de la llegada de Cristóbal Colón.

Fuente: They Came Before Columbus : the african presence in ancient America ; Ivan van Sertima ; chapitres 3, 5 et 6.

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