La cosmogonía serer, profundamente arraigada en las tradiciones orales y religiosas de este pueblo de África Occidental, ofrece una visión compleja y matizada del origen del universo. En el corazón de este sistema de creencias se encuentra Roog (o Koox entre los Cangin), la deidad suprema andrógina que encarna tanto el principio creador como organizador del cosmos. Según los relatos míticos, el universo emerge de un huevo cósmico primordial, símbolo de caos y potencialidad, dando origen a tres mundos distintos: las aguas subterráneas, la esfera celestial y la Tierra, esta última formándose a partir de un pantano fértil. Los árboles sagrados – Saas, Nquƭ, Somb, Nqual y Mbos – desempeñan un papel central como pilares de la creación, con sus raíces uniendo los mundos visible e invisible. Los Pangool, espíritus ancestrales mediadores, aseguran la conexión entre la humanidad y lo divino, mientras que los principios de pensamiento, palabra y acción estructuran el acto creador. Aunque existen variaciones regionales, la unidad narrativa en torno a estos elementos clave refleja una cosmovisión coherente, preservada a lo largo de los siglos a pesar de las presiones históricas y religiosas.
La Deidad Suprema Roog: Arquitecto del Universo
La Naturaleza Trascendente e Inmanente de Roog
En la teología serer, Roog se distingue por su dualidad trascendente e inmanente. A diferencia de las deidades intervencionistas de otras tradiciones africanas, Roog actúa como un principio organizador distante, estableciendo las leyes cósmicas durante la creación antes de retirarse. Esta concepción refleja una filosofía religiosa sofisticada en la que lo divino impregna toda existencia sin inmiscuirse en los asuntos humanos cotidianos. Los trabajos de Henry Gravrand destacan esta dimensión panenteísta, subrayando que «Roog está tanto en todas partes como en ninguna», lo que explica la ausencia de templos dedicados a su culto directo.
La androginia divina constituye otro pilar de esta cosmogonía. Roog encarna la unión de los principios masculino y femenino, una dualidad generativa expresada en el proverbio serer «Noo tiig tew» (literalmente, «salió del vientre materno»). Esta característica explica la primacía simbólica otorgada a lo femenino en el proceso creativo, ya que, según los mitos, la primera entidad humana fue una mujer. La creación se lleva a cabo según una tríada conceptual – pensamiento, palabra, acción – que estructura tanto la metafísica como los rituales sociales serer.
El Huevo Cósmico y la Génesis de los Mundos Primordiales
El Caos Original y la Emergencia del Orden
Los relatos de creación giran en torno a un huevo cósmico mítico, símbolo universal de potencialidad. En el vacío primordial caracterizado por el silencio y la oscuridad, este huevo contiene en germen los tres mundos fundadores:
- El mundo subterráneo acuático, dominio de las fuerzas telúricas.
- La esfera celestial, que engloba astros y atmósfera.
- La Tierra, formada posteriormente a partir de un pantano fértil.
Este proceso escalonado en el tiempo – la Tierra emerge solo después de una larga maduración – revela una concepción cíclica más que lineal de la creación. El caos inicial, lejos de ser negativo, representa, según Mame Biram Diouf, «la matriz necesaria para el surgimiento de la armonía universal». Una variante mítica menciona explosiones primordiales dentro del reino vegetal, donde el Somb (Prosopis africana) libera en su estallido las semillas de toda vida terrestre.
Los Árboles Sagrados: Pilares de la Creación Terrestre
Simbolismo y Funciones Cosmológicas
Entre los cinco árboles sagrados – Saas (Acacia albida), Nquƭ (Guiera senegalensis), Somb, Nqual (Mitragyna inermis) y Mbos (Gardenia ternifolia) – cada uno encarna un aspecto específico de la cosmogonía. Su orden de aparición varía según las tradiciones locales, pero todos comparten una función mediadora entre los mundos.
El Saas, a menudo citado como el primer árbol, simboliza la resiliencia vital con sus raíces sumergidas en las aguas subterráneas y su follaje alcanzando los cielos. El Somb, asociado a la explosión creativa, se convierte en algunas versiones en el depositario inicial de las almas humanas. Estos vegetales no son simples elementos del paisaje, sino entidades vivas investidas de khiirat (fuerza vital), según los análisis de Issa Laye Thiaw. Su disposición espacial en los pueblos – a menudo en el centro de las plazas ceremoniales – materializa el eje cósmico que conecta la tierra y el cielo.
Los Pangool: Mediadores entre lo Divino y lo Humano
El Papel de los Espíritus Ancestrales en el Equilibrio Cósmico
Los Pangool, espíritus ancestrales a menudo representados por serpientes, forman un panteón intermedio esencial. A diferencia de Roog, que no recibe sacrificios directos, los Pangool son objeto de ofrendas y rituales complejos destinados a mantener la armonía social y natural. Geneviève N’Diaye-Corréard describe su función como «una red invisible que conecta cada acto humano con el orden cósmico».
Su culto se organiza en torno a santuarios naturales (bosques sagrados, fuentes) donde se perpetúan danzas rituales como el Ndut, un rito de iniciación que marca la integración de los jóvenes en la comunidad cósmica. Los Pangool no son meros intermediarios: al encarnar las virtudes de los ancestros fundadores, actualizan constantemente el pacto original entre la humanidad y Roog.
Variaciones Regionales y Unidad Conceptual
Una Diversidad Narrativa al Servicio de una Verdad Trascendente
Aunque las fuentes coinciden en los grandes ejes cosmogónicos, las variaciones locales enriquecen la tradición. Los pueblos Cangin, por ejemplo, designan a la deidad suprema como Kooh o Kopé Tiatie Cac, incorporando matices ritualistas. La primacía otorgada a un árbol sagrado en particular suele depender del ecosistema local: las regiones sahelianas valoran el Saas por su resistencia a la sequía, mientras que las zonas forestales privilegian el Somb.
Estas variaciones no fragmentan la cosmogonía serer, sino que destacan su plasticidad y adaptabilidad. Como señala Abdoulaye-Bara Diop, «la multiplicidad de relatos no refleja una falta de coherencia, sino una riqueza interpretativa que permite a cada comunidad apropiarse del mito fundador».
Conclusión
La cosmogonía serer, con sus mitos complejos y sus símbolos profundos, ofrece una visión del mundo en la que el universo se percibe como un todo interconectado. Roog, el huevo cósmico, los árboles sagrados y los Pangool no son solo elementos de un relato mitológico, sino principios estructurantes que guían la vida cotidiana y espiritual de los Serer. Esta cosmovisión, preservada a lo largo de los siglos, atestigua la riqueza de las tradiciones orales africanas y su capacidad para transmitir verdades universales.
Referencias
- Gravrand, Henry. La Civilisation Sereer: Pangool. Nouvelles Éditions Africaines, 1990.
- Thiaw, Issa Laye. La Religiosité des Sereer, Avant et Pendant leur Islamisation. IFAN, 1981.
- Diouf, Mame Biram. La Cosmogonie Sereer: Mythes et Symboles. Presses Universitaires de Dakar, 2005.
- N’Diaye-Corréard, Geneviève. Les Pangool: Esprits Ancestraux Sereer. Éditions Karthala, 2008.
- Diop, Abdoulaye-Bara. La Société Wolof: Tradition et Changement. Karthala, 1981.
- Sarr, Alioune. Histoire du Sine-Saloum. IFAN, 1986.