Categoría: Discursos

  • Patrice Lumumba, discurso de independencia del Congo

    Patrice Lumumba, discurso de independencia del Congo

    Pronunciado en la ceremonia de independencia del Congo, el 30 de Junio 1960, en presencia del rey de Bélgica. 

    Vuestra Majestad,

    Excelencias, señoras y señores,
    hombres y mujeres congoleses,
    luchadores de la independencia, que hoy sois victoriosos,
    os saludo en nombre del gobierno congolés.

    Os pido a todos, amigos míos que habéis luchado incesantemente a nuestro lado, que este trece de junio de 1960 sea conservado como una fecha grabada indeleblemente en vuestros corazones, una fecha cuyo significado enseñaréis con orgullo a vuestros hijos, para que ellos, a su vez, transmitan a sus hijos y a sus nietos la historia gloriosa de  nuestra lucha por la libertad.

    Porque si bien la independencia del Congo es celebrada hoy con el acuerdo de Bélgica, una nación amiga con la cual estamos en pie de igualdad, ningún congolés digno de ese nombre podrá olvidar jamás que fue con la lucha que ganamos la independencia, con una continua y prolongada, ardiente e idealista lucha, en la cual no ahorramos nuestra fuerza ni nuestras privaciones, nuestros sufrimientos ni nuestra sangre.

    De esta lucha de lágrimas, fuego y sangre estamos orgullosos hasta las raíces más profundas de nuestro ser porque fue una lucha noble y justa, absolutamente necesaria para acabar con la infamante esclavitud que nos fue impuesta por la fuerza.

    Patrice_LumumbaEste fue nuestro destino durante los ochenta años de gobierno colonial; nuestras heridas están aún demasiado frescas y son todavía muy dolorosas para permitirnos borrarlas de nuestra memoria.

    Conocimos el trabajo deslomador que se nos exigía la cambio de salarios que no nos permitían satisfacer nuestra hambre, vestirnos o alojamos decentemente, ni criar a nuestros niños como las amadas criaturas que son.

    Conocimos la burla, los insultos, los golpes, sometidos mañana, tarde y noche, porque éramos negros. ¿Quién olvidará que a un negro se le dirigía la palabra con términos familiares no por cierto como a un amigo, sino porque las formas más corteses estaban reservadas a los blancos?

    Conocimos la expoliación de nuestras tierras en nombre de supuestos textos legales que en realidad solo reconocían el derecho del más fuerte.

    Conocimos que la ley no era nunca la misma, se tratase de un blanco o de un negro; que era benévola con uno, cruel e inhumana con el otro.

    Conocimos el atroz sufrimiento de aquellos que fueron encarcelados por sus opiniones políticas o sus creencias religiosas; exiliados en su propio país, su destino fue peor que la misma muerte.

    Conocimos que en las ciudades donde había magnificas casas para los blancos y chozas destartaladas para los negros, que los negros no eran admitidos en los cines o restaurantes, que no podían entrar en los negocios llamados «europeos», que, cuando un negro viajaba, era en la bodega más baja del barco, a los pies del blanco acomodado en su cabina de lujo.

    Y, finalmente, ¿quién olvidará los ahorcamientos, o las escuadras incendiarias, por las que perecieron tantos de nuestros hermanos, o las celdas donde eran brutalmente arrojados aquellos que escapaban de las balas de los soldados, esos soldados que los colonialistas convirtieron en instrumento de su dominación?

    Todo esto, hermanos, nos ha hecho sufrir profundamente.

    Pero todo esto, sin embargo, nosotros, que por el voto de vuestros representantes electos debemos guiar a nuestro amado país, nosotros que sufrimos en nuestra carne y en nuestro corazón la opresión colonialista nosotros os decimos: todo esto ha terminado desde hoy.

    La República del Congo ha sido proclamada y nuestro amado país está ahora en manos de sus propios hijos.

    Juntos, hermanos míos, comenzaremos otra lucha una lucha sublime, que llevará a nuestro país a la paz, a la prosperidad y la grandeza.

    Juntos estableceremos la justicia social y aseguraremos a cada hombre la justa remuneración por su trabajo.

    Enseñaremos al mundo lo que el negro puede hacer cuando trabaja en libertad, y convertiremos al Congo el centro de África.

    Vigilaremos que las tierras de nuestra nación beneficien realmente a los hijos de nuestra nación.
    Reexaminaremos las leyes anteriores, y haremos otras, justas y nobles.
    Terminaremos con la supresión del libre pensamiento, y haremos que todos los ciudadanos puedan disfrutar totalmente de las libertades fundamentales establecidas en la Declaración de los Derechos del Hombre.

    Suprimiremos la discriminación -cualquiera sea- y otorgaremos a cada individuo el justo lugar a que le da derecho su dignidad humana, su trabajo y su devoción hacia su país.

    Y para todo esto, amados compatriotas, podéis estar seguros de que contaremos, no solo con nuestras enormes fuerzas e inmensas riquezas, sino también con la asistencia de numerosos países extranjeros cuya colaboración aceptaremos mientras sea honesta y no intente imponernos ningún sistema político, cualquiera que sea éste.

    En este terreno, aun Bélgica, que comprendiendo finalmente el sentido y dirección de la historia cesó de oponerse a nuestra independencia, está dispuesta a brindarnos su ayuda y amistad; hemos firmado, a este efecto, un tratado como dos países iguales e independientes. Estoy seguro de que esta cooperación será provechosa para ambos países. Por nuestra parte, y aun cuando sigamos vigilando, sabremos cómo respetar los compromisos contraídos libremente.

    Así, en los asuntos internos como en los exteriores, el nuevo Congo que mi gobierno creará será un país rico, libre y próspero. Pero para llegar pronto a este objetivo, os pediré, legisladores y ciudadanos congoleses, que me ayudéis con todas vuestras posibilidades.

    Os pido que olvidéis vuestras disputas tribales que consumen nuestras energías, y que arriesgan convertirnos en el objeto de desprecio de las demás naciones.

    Pido a la minoría parlamentaria que ayude a mi gobierno mediante una oposición constructiva, y que permanezca dentro de los límites estrictos de la legalidad y la democracia.

    Os pido a todos que no exijáis de un día para otro aumentos desconsiderados de salarios, antes de que pueda poner en marcha un plan general mediante el cual espero asegurar la prosperidad de la nación.

    Os pido que no evitéis ningún sacrificio para asegurar el triunfo de nuestra magnífica empresa.

    Os pido, por fin, que respetéis incondicionalmente la vida y la propiedad de vuestros conciudadanos, y la de los extranjeros establecidos en nuestro país. Si el comportamiento de estos extranjeros dejara a veces algo que desear, nuestra justicia se apresurará a echarlos del territorio de la República; si, por el contrario, su conducta es satisfactoria, no se los molestará porque también trabajan para la prosperidad de nuestro país.

    Y esto, mis hermanos de raza, mis hermanos en el conflicto, mis compatriotas, es lo que yo quería decimos en nombre del gobierno, en este magnífico día de nuestra independencia soberana y completa.

    Nuestro gobierno -fuerte, nacional, popular- será la salvación de este país.

    ¡Honremos a los Campeones de la Libertad Nacional! ¡ Viva el Congo Independiente y Soberano!

  • Discurso Kwame Nkrumah: La necesidad del Panafricanismo

    Discurso Kwame Nkrumah: La necesidad del Panafricanismo

    Estos extractos del discurso del presidente Kwame Nkrumah ante la Asamblea Nacional de Ghana, el 8 de agosto de 1960, deben encuadrarse en el marco de la pacificación de tumultos originados en el Congo por la presencia de tropas belgas y la secesión de Katanga. Nkrumah reitera su llamado a la unidad política de África.

    …La lucha africana por la independencia y la unidad debe comenzar por la unión política. Una vaga confederación de cooperación económica hace perder engañosamente el tiempo. Solamente nuestra unión asegurará una uniformidad en nuestra política exterior proyectando la personalidad africana y presentando al continente como una fuerza importante con la que se deberá contar. Repito que una vaga cooperación económica solo significa una pantalla detrás de la cual los detractores, protagonistas imperialistas y colonialistas y líderes africanos títeres se ocultan para operar y debilitar el concepto de cualquier esfuerzo que se realice para lograr la unidad e independencia africanas. Una unión política supone una política exterior y defensiva común y un rápido desarrollo social, económico e industrial Los recursos económicos de África son inmensos. Solo mediante la unidad estos recursos podrán ser utilizados para el progreso del continente y para la felicidad del género humano.

    Aprovechemos las lecciones de la historia. El impulso y la personalidad de los pueblos sudamericanos fueron Frustrados, en gran medida, por el hecho de que, cuando se disolvieron los imperios coloniales español y portugués, estos países no se organizaron en unos Estados Unidos de América del Sur. Cuando Sudamérica logró su independencia, los dominios coloniales que la formaban eran potencialmente tan poderosos como los Estados Unidos de América. El fracaso de su unión dio como resultado que una parte del continente se desarrollara a expensas de la otra. Ahora bien, hay un solo país en América del Sur, el Paraguay, cuya población es inferior a tres millones de habitantes.

    En la actualidad los Estados independientes de África se establecen con poblaciones inferiores a un millón. Los territorios africanos que han conquistado la independencia, o que estén por conquistarla en un futuro más o menos cercano, y cuyas poblaciones son de menos de tres millones de. habitantes incluyen la República Centroafricana, el Chad, el antiguo Congo francés (cuya población asciende solo a setecientos cincuenta mil habitantes), Dahomey, Gabón con una población de menos de medio millón, la Costa de Marfil, Níger, Sierra Leona y Togo.

    Es imposible creer que las potencias coloniales crean seriamente que la independencia sea muy valiosa para los Estados africanos en un estado de fragmentación tan terrible. Esto ocurre, desde luego, como puesta en práctica de la vieja política de dividir para reinar. El colonialismo inventó el sistema de gobierno indirecto. La esencia de este sistema consistía en que un jefe aparecía nominalmente en el gobierno, cuando en la realidad era manejado detrás de la escena por las potencias coloniales. El establecimiento de Estados de este tipo parece ser nada más que la consecuencia lógica de la desacreditada teoría del gobierno indirecto…

    Existe un peligro real en el hecho de que las potencias coloniales asegurarán un tipo nominal de independencia política a pequeñas unidades individuales, con el fin de asegurar que el mismo y viejo tipo colonial de organización económica continúe por mucho tiempo después de lograda la independencia. Ello constituye, en si mismo, una fuente del más grave peligro potencial para el mundo entero. los pueblos de Africa no buscan la libertad política con fines abstractos. La buscan porque consideran que mediante la libertad política obtendrán progresos económicos, educacionales, y un poder real sobre su destino. Si se reconoce la independencia a un Estado tan pequeño como para no poder movilizar sus propios recursos, y vinculado por una serie de acuerdos económicos y militares con antigua potencia colonial, se creará enseguida una situación potencialmente revolucionaria. Estas son las situaciones que enfrenta la nueva África de hoy…

    An Anthology of West African Verse, compilación de Olembe Bassir, Ibadan, Ibadan Umversity Press, 1957.

  • Discurso Haile Selassie I ante las Naciones Unidas

    Discurso Haile Selassie I ante las Naciones Unidas

    6 Octubre, 1963, Nueva York, Estados Unidos.

    «Sr. Presidentedistinguidos delegados: hace veintisiete años, como Emperador de Etiopia, subí a la tribuna en GinebraSuiza, para dirigirme a la Liga de Naciones y solicitar una ayuda para la destrucción que había sido desenlazada, por el invasor fascista, contra mi nación indefensa.

    «Entonces hablé a y para la conciencia del mundo. Mis palabras no fueron escuchadas, pero la historia es testimonio de la exactitud de la advertencia que diese en 1936

     «Hoy me encuentro ante la organización mundial que ha tenido éxito por la fachada abandonada dejada por su predecesor desacreditado. En este organismo se encuentra protegido el principio de la seguridad colectiva que en vano invoque en Ginebra. Aquí, en esta Asamblea, descansa la mejor -tal vez la última- esperanza para la supervivencia pacifica de la humanidad.»

    En 1936, declaré que no era la Alianza de la Liga lo que se encontraba en juego, sino la moralidad internacional. Promesas, dije entonces, son de poco valor si se carece de la voluntad para mantenerlas.»/p>

     La Carta de las Naciones Unidas proclama las aspiraciones más nobles del hombre: la renuncia a usar la fuerza para solucionar las diferencias entre estados; la garantía de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentalespara todos sin distinción de raza, sexo, idioma o religión; la protección de la paz y seguridad internacional.»

    «Pero estas, también, como eran las frases de la Alianza, eran solo palabras; su valor dependía totalmente de nuestra voluntad para cumplirlas y honrarlas y darles contenido y significado.»

    «La conservación de la paz y la garantía de la libertades y los derechos básicos del hombre requieren un valor y vigilancia continua: valor para hablar y actuar -y si es necesario, para sufrir y morir- por la verdad y la justicia; la vigilancia continua, que aún la menor violación de la moralidad internacional debe ser detectada y corregida. Estas lecciones deben ser aprendidas una y otra vez por cada generación futura, y esa generación es en efecto afortunada si aprende de los otros antes que de su propia amarga experiencia. Esta Organización y cada uno de sus miembros tiene una responsabilidad aplastante y temible: absorber la sabiduría de la historia y aplicarla a los problemas actuales, a fin de que las futuras generaciones puedan nacer, vivir y morir en paz.»

    La historia de las Naciones Unidas durante los cortos años de su existencia ofrece a la Humanidad una base sólida de estímulos y esperanza para el futuro. Las Naciones Unidas han osado actuar, cuando la Liga no lo hizo -en PalestinaCoreaSuez y el Congo. Hoy entre nosotros no se encuentra nadie que no haga conjeturas sobre la reacción de esta entidad cuando se puso en duda su motivos y acciones. La opinión de esta organización hoy actúa como una poderosa influencia sobre las decisiones de sus miembros. Los ojos de la opinión mundial, enfocados por las Naciones Unidas en las violaciones de los renegados de la sociedad humana, han demostrado se, hasta ahora, una protección eficaz contra la agresión desenfrenada y la violación ilimitada de los Derechos Humanos

    «Las Naciones Unidas continua siendo como un foro en donde las naciones cuyos intereses chocan, puedan presentar sus casos ante la opinión mundial. Todavía facilita una importante válvula de escape sin la cual el lento crecimiento de las presiones, desde hace mucho tiempo, han resultado en catastróficas explosiones. Sus acciones y decisiones han acelerado el éxito de la libertad para muchos pueblos en el Continente de África y Asia. Sus esfuerzos han contribuido al progreso de las condiciones de vida de los pueblos de todas partes del mundo.»

     «Por esto, todos los hombres deben estar agradecidos. Mientras me encuentro aquí hoy, qué débil y distante, son los recuerdos de 1936. Cuan diferentes son en 1963 las actitudes de los hombres. En aquel entonces nos encontrábamos en una atmósfera de un pesimismo sofocante. Hoy, cauteloso pero un optimismo triunfante es el espíritu predominante.

     «Pero cada uno de nosotros reunidos aquí sabe que lo que se ha logrado no es suficiente. Los fracasos de lasNaciones Unidas han sido y continúan sujetos a la frustración, a medida que Estados-Miembros individuales han ignorado sus pronunciamientos y desestiman sus recomendaciones. La fuerza de la organización se ha debilitado  a medida que Estados-Miembros han eludido sus obligaciones para con ella. La autoridad de la Organización ha sido ridiculizada a medida que Estados-Miembros han continuado, en violación de sus mandatos, buscando sus propios objetivos y fines. Los problemas que continuaron plagándonos, todos aparentemente surgieron entreEstados-Miembros de la Organización, pero la Organización continúa impotente para hacer cumplir las soluciones aceptables. Como creador y ejecutor de la leyes internacionales, lo que las Naciones Unidas ha logrado, lamentablemente, todavía no cumple con las metas de ser una Comunidad Internacional de Naciones

     «Esto no significa que las Naciones Unidas ha fracasado. He vivido demasiado tiempo para abrigar muchas ilusiones acerca de la arrogancia esencial de los hombres cuando se les exige una confrontación autoritaria ante el tema del control sobre su seguridad y derechos de propiedad. Ni siquiera ahora, cuando hay tanto en peligro, las naciones confiarían voluntariamente sus destinos en otras manos.»

    «Sin embargo, este es el ultimátum que nos han presentado: asegurar las condiciones por las que el hombre confiará su seguridad a una entidad más grande, o arriesgar su aniquilación; persuadir a los hombres que su salvación consiste en la subordinación de los interese locales e internacionales a los interese de la humanidad o poner en peligro el futuro del hombre. Estos son los objetivos que debemos tratar de alcanzar, inalcanzables en el pasado, hoy indispensables.»

    «Hasta que logremos alcanzar este objetivo, el futuro de la humanidad continua en peligro y la paz permanente un asusto de especulación. No existe una sola formula mágica, ni un solo paso simple, ni palabras, ya sea escrita en la Carta de la Organización o en el tratado entre los estados, que automáticamente nos puede garantizar lo que buscamos. La paz es un problema diario, el producto de una multitud de eventos y opiniones. La paz no es un «es», es un «llegar a ser». No podemos escapar a la terrible posibilidad de una catástrofe debido a un error. Pero podemos tomar las decisiones correctas en un sin fin de problemas subordinados, que cada nuevo día se plantean, y podemos de este modo hacer nuestra contribución -y tal vez lo que pueda ser razonablemente exigido de nosotros en 1963– para conservar la paz.»

    «Es aquí en las Naciones Unidas nos han apoyado -no perfecta pero convenientemente. Y al mejorar las posibilidades que la Organización nos brinde un mejor servicio, servimos y nos acercamos más a nuestras metas más queridas.»

    «Brevemente mencionaré hoy dos asuntos específicos que son de honda preocupación para todos los hombres: el desarme militar y el establecimiento de la verdadera igualdad entre los hombres.

     El desarme militar se ha convertido en el urgente mandato de nuestros tiempos, no digo esto porque yo comparo la ausencia de armas con la paz, o debido a que creo que poner fin a la carrera armamentística nuclear automáticamente garantiza la paz, o la eliminación de las cabezas nucleares de los arsenales del mundo traerá en su despertar un cambio en la actitud de las naciones y el cual es un requisito para la solución pacifica de los conflictos entre las naciones. Hoy, el desarme militar es importante, algo sencillo, debido a la inmensa capacidad destructiva de la que disponen los pueblos.»

    Su Majestad Imperial Haile Selassie I

  • Discurso de Marting Luther King en Washington, DC en 1963

    Discurso de Marting Luther King en Washington, DC en 1963

    Pronunciado: El 28 de agosto de 1963 delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, DC, durante una histórica manifestación de más de 200,000 en pro de los derechos civiles para los negros en los EE.UU.

    Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

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    Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

    Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

    Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de «fondos insuficientes». Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

    También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

    Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

    1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

    Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, «¿Cuándo quedarán satisfechos?»

     

    Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que «la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente».

    Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

    Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

    Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño «americano».

    Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: «Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales».

    Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

    Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

    Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

    ¡Hoy tengo un sueño!

     

    Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

    ¡Hoy tengo un sueño!

     

    Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

    Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

    Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, «Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad». Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

    Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! «De cada costado de la montaña, que repique la libertad».

    Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: «¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!»

  • Discurso de Thomas Sankara en Addis Abbeba El 29 de julio de 1987

    Discurso de Thomas Sankara en Addis Abbeba El 29 de julio de 1987

    El 29 de julio de 1987, Thomas Sankara participaba en Addis-Abeba en los trabajos de la vigésimo quinta Conferencia en la Cumbre de los países miembros de la OUA. Pronunció allí el siguiente discurso. Este texto es una transcripción a partir de una grabación. El presidente de la sesión era Kenneth Kaunda, de Zambia.

    Señor presidente,

    Señores jefes de las delegaciones:

    Querría que en este momento pudiésemos hablar de esta otra cuestión que nos inquieta: la cuestión de la deuda, la cuestión de la situación económica de África. Tanto como la paz, es una condición importante de nuestra supervivencia. Y por eso he creído deber imponeros unos minutos suplementarios para que hablemos de ello.

    Burkina Faso querría expresar de entrada su preocupación. La preocupación de ver que las reuniones de la OUA se suceden, se asemejan, pero hay cada vez menos interés en lo que hacemos.

    Señor presidente:

    ¿Cuántos son los jefes de Estado aquí presentes, cuando todos han sido debidamente convocados para venir a hablar de África en África?

    Señor presidente:

    ¿Cuántos jefes de Estado están prestos a saltar a París, a Londres, a Washington cuando desde allí son convocados a una reunión, pero no pueden venir a una reunión aquí, a Addis Abeba en África? Esto es muy importante. [Aplausos] Sé que algunos tienen razones válidas para no venir. Es por ello, señor presidente, por lo que querría proponer que establezcamos un baremo de sanciones para los jefes de Estado que no responden ¡presente! a la convocatoria. Hagamos de manera que por una suma de puntos de buena conducta, los que asisten regularmente, como nosotros, por ejemplo, [Risas] puedan ser apoyados en algunos de sus esfuerzos. Ejemplos: los proyectos que sometemos al Banco Africano de Desarrollo (BAfD) deben ser afectados de un coeficiente de africanidad. [Aplausos] Los menos africanos serían penalizados. Así todo el mundo vendría a las reuniones.

    Quisiera decir, señor presidente, que la cuestión de la deuda es una cuestión que no sabríamos ocultar. Usted mismo sabe algo de esto en su país, donde habéis tenido que tomar decisiones valientes, temerarias incluso. Decisiones que no parecen en absoluto estar en relación con su edad y sus cabellos blancos. [Risas] Su excelencia, el presidente Habib Bourguiba, que no ha podido venir, pero que nos ha hecho llegar un importante mensaje, ha dado otro ejemplo a África, cuando en Túnez, por razones económicas, sociales y políticas tuvo que tomar decisiones valientes.

    Pero, señor presidente, ¿vamos a dejar que los jefes de Estado busquen individualmente soluciones al problema de la deuda con el riesgo de crear en su país conflictos sociales que podrían poner en peligro su estabilidad, y hasta la construcción de la unidad africana? Estos ejemplos que he citado —hay muchos más— merecen que las cumbres de la OUA aporten una respuesta tranquilizadora a cada uno de nosotros en cuanto a la cuestión de la deuda.

    Consideramos que la deuda se ha de analizar empezando por su origen. Los orígenes de la deuda se remontan a los orígenes del colonialismo. Quienes nos han prestado dinero son los mismos que nos colonizaron. Son los mismos que gestionaban nuestros Estados y nuestras economías. Son los colonizadores los que endeudaron a África con los prestamistas, sus hermanos y primos. Nosotros somos ajenos a esta deuda. Por lo tanto no podemos pagarla.

    La deuda es el neocolonialismo o los colonialistas transformados en «asistentes técnicos». En realidad, deberíamos decir asesinos técnicos. Y son ellos los que nos propusieron las fuentes de financiación, los prestamistas o «proveedores de fondos». Una expresión que se emplea cada día como si hubiera hombres cuya «provisión» fuera suficiente para crear el desarrollo en otros países. Estos prestamistas nos fueron aconsejados, recomendados. Nos presentaron dossiers y montajes financieros fantásticos. Nos endeudamos por cincuenta años, sesenta años, y más aún. Es decir, nos han llevado a comprometer a nuestros pueblos durante cincuenta años o más.

    La deuda en su forma actual es una reconquista de África sabiamente organizada, para que su crecimiento y su desarrollo respondan a unos niveles, a unas normas que nos son totalmente extrañas. De manera que cada uno de nosotros se convierta en un esclavo financiero, es decir, simplemente un esclavo de quienes han tenido la oportunidad, la astucia, la trapacería de invertir sus fondos en nuestros países con la obligación de que los reembolsemos. Nos dicen que honoremos la deuda. No se trata de una cuestión moral. No es una cuestión de ese pretendido honor de reembolsar o no reembolsar.

    Señor presidente:

    Hemos escuchado y aplaudido a la primera ministra de Noruega cuando intervino aquí mismo. Dijo, ella que es europea, que toda la deuda no puede ser reembolsada. Yo quisiera simplemente completar y decir que la deuda no puede ser reembolsada. La deuda no puede ser reembolsada porque, en primer lugar, si no pagamos, los prestamistas no se van a morir. Estemos seguros de esto. En cambio, si pagamos, somos nosotros los que vamos a morir. Estemos seguros igualmente de ello. Los que nos han conducido al endeudamiento han jugado como en un casino. Mientras ellos ganaban no había debate. Ahora que pierden en el juego, nos exigen el reembolso. Y se habla de crisis. No, señor presidente, ellos jugaron, ellos perdieron, es la regla del juego. Y la vida continúa. [Aplausos]

    Nosotros no podemos reembolsar la deuda porque no tenemos nada que pagar. No podemos reembolsar la deuda porque no somos responsables de ella. No podemos pagar la deuda porque, al contrario, nos deben lo que las mayores riquezas nunca podrán pagar, esto es, la deuda de sangre. Es nuestra la sangre que ha sido derramada.

    Se habla del Plan Marshall, que rehizo la Europa económica. Pero no se habla del Plan Africano que ha permitido a Europa hacer frente a las hordas hitlerianas cuando sus economías estaban amenazadas, su estabilidad estaba amenazada. ¿Quién ha salvado a Europa? Fue África. Se habla poco de esto. Se habla tan poco que no podemos, nosotros, ser cómplices de ese silencio ingrato. Si los otros no pueden cantar nuestros elogios, nosotros tenemos al menos el deber de decir que nuestros padres fueron valientes y que nuestros ex combatientes salvaron Europa y finalmente permitieron al mundo desembarazarse del nazismo.

    La deuda es también la consecuencia de los enfrentamientos. Cuando hoy nos hablan de crisis económica, se olvidan de decirnos que la crisis no llegó de forma súbita. La crisis existe de siempre y se irá agravando cada vez que las masas populares sean más conscientes de sus derechos frente a sus explotadores.

    Actualmente hay crisis porque las masas rechazan que las riquezas se concentren en las manos de unos pocos. Hay crisis porque unos pocos depositan en los bancos en el exterior, unas sumas colosales que serían suficientes para desarrollar África. Hay crisis porque frente a estas riquezas individuales que se pueden nombrar, las masas populares se niegan a vivir en los ghetos y los barrios bajos. Hay crisis porque por doquier los pueblos se niegan a ser Soweto frente a Johannesburgo. Hay lucha y la exacerbación de esta lucha produce inquietud a los que retienen el poder financiero.

    Nos piden ahora que seamos cómplices de la búsqueda de un equilibrio. Equilibrio a favor de los que tienen el poder financiero. Equilibrio en detrimento de nuestras masas populares. ¡No! Nosotros no podemos ser cómplices. ¡No! Nosotros no podemos acompañar a los que chupan la sangre de nuestros pueblos y viven del sudor de nuestros pueblos. Nosotros no podemos acompañarlos en sus maniobras asesinas.

    Señor presidente:

    Oímos que hablan de clubs —Club de Roma, Club de París, Club de cualquier lado—. Oímos que hablan del Grupo de los Cinco, de los Siete, del Grupo de los Diez, tal vez del Grupo de los Cien. ¿Qué más puedo decir? Es normal que nosotros tengamos también nuestro club y nuestro grupo. Hagamos que desde hoy Addis Abeba sea igualmente la sede, el centro de donde partirá el soplo nuevo del Club de Addis Abeba. Tenemos el deber de crear hoy el Frente Unido de Addis Abeba contra la deuda. Sólo de este modo podremos decir hoy que negándonos a pagar no venimos con intenciones belicosas sino, al contrario, en una actitud fraternal para decir lo que es.

    Además, las masas populares de Europa no se oponen a las masas populares de África. Los que quieren explotar a África son los mismos que explotan a Europa. Tenemos un enemigo común. Por ello, nuestro Club de Addis Abeba tendrá que decir igualmente a unos y a otros que la deuda no se pagará. Cuando nosotros decimos que la deuda no se ha de pagar no significa que estamos contra la moral, la dignidad, el respeto a la palabra. Nosotros consideramos que no tenemos la misma moral que los otros. Entre el rico y el pobre no hay la misma moral. La Biblia, el Corán no pueden servir de la misma manera a quien explota al pueblo y al que es explotado. Tendrá que haber dos ediciones de la Biblia y dos ediciones del Corán. [Aplausos]

    Nosotros no podemos aceptar su moral. No podemos aceptar que nos hablen de dignidad. No podemos aceptar que nos hablen del mérito de los que pagan y de la pérdida de confianza en los que no pagarán. Al contrario, nosotros debemos decir que hoy es normal que se prefiera reconocer que los ladrones más grandes son los más ricos. Un pobre, cuando roba no comete más que un hurto, apenas un pecadillo para sobrevivir y por necesidad. Los ricos, son ellos los que roban al fisco, a las aduanas. Son ellos los que explotan al pueblo.

    Señor presidente:

    Mi propuesta no tiende sólo a provocar o a hacer un espectáculo. Quiero decir lo que cada uno de nosotros piensa y desea. ¿Quién, aquí, no desea que la deuda sea simple y llanamente anulada? El que no lo desee puede retirarse, tomar su avión y dirigirse directamente al Banco Mundial a pagar. [Aplausos] No querría que se tomara la declaración de Burkina Faso como si proviniera de parte de jóvenes inmaduros, sin experiencia. Pero tampoco querría que se piense que sólo los revolucionarios pueden hablar de este modo. Querría que se admita que es simplemente objetividad y obligación.

    Puedo citar los ejemplos de aquellos que han dicho que no se pague la deuda, tanto revolucionarios como no revolucionarios, tanto jóvenes como viejos. Citaré, por ejemplo a Fidel Castro. Ya dijo que no hay que pagar. Aunque no tiene mi edad, es un revolucionario. También François Mitterrand ha dicho que los países africanos no pueden pagar, que los países pobres no pueden pagar. Citaré a la primera ministra de Noruega. No sé su edad y no quisiera preguntársela. [ Risas y aplausos ] Así mismo querría citar al presidente Félix Houphouët-Boygny. No tiene mi edad. Sin embargo ha declarado oficial y públicamente que, al menos en lo que concierne a su país, no se podrá pagar la deuda. Y eso que Costa de Marfil esta clasificada como uno de los países más desahogados del África francófona. Por eso, por otra parte, es normal que pague aquí una contribución mayor. [Aplausos]

    Señor presidente:

    No se trata por lo tanto de una provocación. Yo querría que con sensatez nos propusieran soluciones. Querría que nuestra conferencia adoptara la necesidad de decir con claridad que no podemos pagar la deuda. No con un espíritu belicoso, belicista. Esto es para evitar que nos hagamos asesinar aisladamente. Si Burkina Faso, solo, se negara a pagar la deuda, ¡yo no estaré presente en la próxima conferencia! En cambio, con el apoyo de todos, que mucho necesito, [Aplausos] con el apoyo de todos podríamos evitar pagar. Y evitando el pago podríamos dedicar nuestros magros recursos a nuestro desarrollo.

    Querría terminar diciendo que podemos tranquilizar a los países, a los que decimos que no vamos a pagar la deuda, advirtiéndoles que lo que ahorremos no se irá en gastos de prestigio. No queremos más de eso. Lo que se ahorre irá al desarrollo. En particular, evitaremos endeudarnos para armarnos, porque un país africano que compre armas no puede hacerlo más que contra otro país africano. ¿Qué país africano puede armarse para protegerse de la bomba nuclear? Ningún país es capaz de hacerlo. Desde los más equipados a los menos equipados. Cada vez que un país africano compra un arma, es contra un africano. No contra un europeo. No contra un país asiático. En consecuencia, en el impulso de la resolución sobre la cuestión de la deuda debemos también encontrar una solución al problema del armamento.

    Yo soy militar y llevo un arma. Pero, señor presidente, querría que nos desarmemos. Porque yo llevo el único arma que poseo. Otros han ocultado las armas que tienen. [Risas y aplausos] Entonces, queridos hermanos, con el apoyo de todos, podremos hacer la paz entre nosotros.

    Igualmente podremos utilizar las inmensas potencialidades de África para desarrollarla, porque nuestro suelo y nuestro subsuelo son ricos. Tenemos lo suficiente y tenemos un mercado inmenso, muy vasto, de norte a sur, de este a oeste. Tenemos la suficiente capacidad intelectual para crear o al menos tomar la ciencia y la tecnología allí donde podamos encontrarlas.

    Señor presidente:

    Actuemos de manera que pongamos a punto este Frente Unido de Addis Abeba contra la deuda. De manera que sea a partir de Addis Abeba que decidamos limitar la carrera armamentista entre países débiles y pobres. Los garrotes y los machetes que compramos son inútiles. Actuemos de modo que el mercado africano sea un mercado de los africanos. Producir en África, transformar en África y consumir en África. Produzcamos lo que necesitamos y consumamos lo que producimos en lugar de importarlo.

    Burkina Faso vino a exponer aquí la cotonada, producida en Burkina Faso, tejida en Burkina Faso, cosida en Burkina Faso para vestir a los burkinabés. Mi delegación y yo mismo somos vestidos por nuestros tejedores, nuestros campesinos. No hay ni un solo hilo que provenga de Europa o de América. [Aplausos] No organizo un desfile de moda sino simplemente quiero decir que debemos aceptar vivir como africanos. Es la única manera de vivir libre y de vivir con dignidad.

    Gracias, señor presidente.

    ¡Patria o muerte, venceremos! [Largos aplausos]

    Thomas Sankara fue asesinado el 15 de octubre, pero del 1987.

    Fuente : Tomás Sankara, «Oser inventer l’avenir», la parole de Sankara, presentado por David Gakunzi, Pathfinder/L’Harmattan, París, 1999.http://thomassankara.net/spip.php?article134

  • Biografía de Toussaint Louverture

    Biografía de Toussaint Louverture

    toussaint_louvertureFrançois Dominique Toussaint; Santo Domingo, actual Républica Dominicana, 1743-fuerte de Joux, cerca de Pontarlier, Francia, 1803) Político y militar haitiano. Su verdadero nombre era Toussaint de Breda. De raza negra y autodidacto, era esclavo en la plantación de Breda, cuando en 1791 se unió a la rebelión de esclavos capitaneada por Bukman en la parte francesa de La Española. Al morir el jefe rebelde, se convirtió en uno de los caudillos del movimiento insurgente.

    Dos años más tarde, aprovechó el conflicto entre Francia y España para pasar al sector hispano de la isla, donde reclutó y mandó un ejército con el que combatió a los franceses. En esta época empezó a ser conocido como Louverture, al parecer por su capacidad negociadora. En 1794, a raíz de que Francia aboliera la esclavitud, regresó a la zona francesa de la isla.

    Al año siguiente, a tenor de los términos del tratado de Basilea que ponía fin al conflicto franco-español, pasó a dominio francés toda La Española. El cambio radical que se había producido y el ascendiente que Louverture tenía sobre la población negra contribuyeron a su nombramiento de general, primero, y comandante militar de las tropas haitianas después. Organizó la isla como un estado semiautónomo, con una Constitución (1801), redujo los focos rebeldes de mulatos y colonos franceses y rechazó el intento de invasión británica de 1798. Proclamado gobernador vitalicio de la isla, aplicó un sistema de producción que, si bien propició la reactivación económica, provocó un descontento generalizado que dio paso a diversas insurrecciones que fueron brutalmente reprimidas.

    Para restablecer el orden y estabilizar el dominio francés en la isla, Napoleón envió en 1802 al general Leclerc. Éste sometió a Louverture y le asignó un espléndido retiro, pero al poco tiempo lo apresó y envió a Francia, donde al año siguiente murió en prisión a causa de una enfermedad y la falta de asistencia médica.

  • «Soy africano» de Thabo Mbeki

    «Soy africano» de Thabo Mbeki

    Discurso en nombre del Congreso Nacional Africano, en ocasión de la adopción por la asamblea constitucional del «Proyecto de Constitución de la República de Sudáfrica de 1996.» Leído en Ciudad del Cabo el 8 de mayo de 1996.

    Señoría, estimado presidente de la República democrática, honorables miembros de la Asamblea Constitucional, distinguidos invitados paisanos y extranjeros, amigos,
    En una ocasión como ésta, tal vez tengamos que empezar por el principio.
    Así que, empecemos.

    Soy africano.

    Debo mi existencia a las colinas y a los valles, a las montañas y a las llanuras, a los ríos, a los desiertos, a los árboles, a las flores, a los mares y a las siempre cambiantes estaciones que definen el rostro de nuestra tierra nativa.

    Mi cuerpo se ha congelado entre nuestros hielos y entre nuestras nieves vespertinas. Se ha reblandecido con la calidez de nuestro sol y se ha fundido con el calor del sol de mediodía. El crujido y el estruendo de los truenos de verano, azotados por los imponentes relámpagos, han sido a la vez causa de temblor y de esperanza.

    Las fragancias de la naturaleza han sido tan placenteras como la visión de los florecimientos salvajes de los ciudadanos en el veld.

    Las impresionantes siluetas del Drakensberg, las aguas de color terrizo del Lekoa, iGqili no Tukela, y las arenas del Kgalagadi, todas han sido testigos del ataque al escenario natural sobre las que hemos representado los más absurdos actos en este teatro de nuestros días.

    A veces, y con miedo, me he preguntado si tendría que conceder igual ciudadanía al leopardo y al león, al elefante y al springbok, a la hiena, a la mamba negra y al mosquito.

    Una presencia humana entre todo ello, una característica de la cara de nuestra tierra así definida, sé que nadie se atreve a desafiarme cuando digo – ¡soy africano!

    Debo mi ser al Khoi y al San cuyas almas desoladas se pasean por las grandes extensiones del precioso Cape – ellos que cayeron víctimas del genocidio más despiadado que nuestra tierra vió jamás, ellos que fueron los primeros en perder la vida en la lucha por la defensa de nuestra libertad e independencia y ellos, como personas, que finalmente perecieron.

    Hoy, como país, mantenemos un audible silencio por esos antepasados de las generaciones actuales, temerosas de admitir el horror de los hechos pasados, intentando borrar de su mente una cruel vivencia que, al recordarla, tendría que enseñarnos a no ser inhumanos nunca jamás.

    Sé de los inmigrantes que dejaron Europa en busca de un nuevo hogar en nuestra tierra. Cualesquiera que sean sus acciones, todavía son parte de mi.

    En mis venas corre sangre de esclavos malayos que vinieron del Este. Su dignidad dicta mi comportamiento, y su cultura una parte de mi esencia. Los azotes que inundaban sus cuerpos, fruto del látigo del negrero, son recordatorios, que yacen profundos en mi mente, de lo que no se debe hacer.

    Soy nieto de hombres y mujeres guerreros que Hintsa y Sekhukhune dejaron, los patriotas que Cetshwayo y Mphepu llevaron a la batalla, los soldados Moshoeshoe y Ngungunyane que aprendieron a no deshonrar nunca la causa de la libertad.

    Mi mente y el conocimiento de mi mismo está basado en las victorias que son joyas de nuestra corona africana, las victorias que ganamos desde Isandhlwana a Khartoum, como etíopes y como el Ashanti de Ghana, como los bereberes del desierto.

    Soy el nieto que deja flores frescas en las tumbas de los Boer en St Helena y en las Bahamas, que mira en el ojo de la mente y que padece el sufrimiento de un sencillo campesino, muerte, campos de concentración, casas destruidas, un sueño en ruinas.

    Soy el niño de Nongqause. Soy él, que hizo posible comerciar en el mercado mundial con diamantes, con oro, con la misma comida por la que mi estómago ruge.

    Vengo de aquéllos que fueron llevados de la India y de la China, cuya existencia residía en el hecho, únicamente, de poder proporcionar trabajo físico, aquéllos que me enseñaron que podíamos ser a la vez nativos y extranjeros, aquéllos que me enseñaron que la existencia humana pedía que la libertad fuera una condición necesaria de la propia existencia humana.

    Ser parte de toda esta gente, y sabiendo que nadie se molestará en pelearse por esta afirmación, reivindico que – soy africano.

    He visto las lágrimas de nuestro país dividido cuando ellos, siendo todos ellos mi gente, se enzarzaron en batallas titánicas los unos contra los otros, los unos compensando el mal que los otros habían causado a los unos, y los otros, defendiendo lo indefendible.

    He visto lo que ocurre cuando una persona posee superioridad de fuerza sobre otra, cuando el más fuerte se apropia de prerrogativas incluso para anular el mandamiento de Dios según el cual creó a los hombres y a las mujeres a Su semejanza.

    Sé lo que significa el que la raza y el color se utilicen para determinar quién es humano y quién, sub-humano.
    He visto la destrucción de la autoestima, el consiguiente afán por ser lo que no se es, simplemente para adquirir algunos de los beneficios que aquéllos que se han aprovechado como negreros, han asegurado que disfrutan.

    Tengo experiencia en situaciones en las que raza y color se utilizan para enriquecer a algunos y para empobrecer al resto.

    He visto la corrupción de las mentes y de las almas como (palabra ininteligible) de la búsqueda de un innoble esfuerzo por perpetrar un verdadero crimen contra la humanidad.

    He visto claramente cómo se denegaba la dignidad a un ser humano fruto de las conscientes y sistemáticas actividades opresivas y represivas de otros seres humanos.

    Allá las víctimas no tienen reparos por ocultarse de la cruel realidad – los mendigos, las prostitutas, los niños de la calle, aquéllos que buscan consuelo en el abuso de sustancias, aquéllos que tienen que robar para comer, aquéllos que tienen que perder su cordura porque la cordura les acarrea dolor.

    Quizás los peores entre todos ellos, que son mis gentes, son aquéllos que han aprendido a matar por dinero. Para estos, el grado de muerte es directamente proporcional a su bienestar personal.

    Y así, como peones al servicio de mentes dementes, matan para fomentar la violencia política en KwaZulu-Natal. Matan a los inocentes en las guerras colectivas.

    Matan lentamente o matan rápidamente, para obtener beneficio del tráfico ilegal de estupefacientes. Están disponibles para ser contratados cuando el marido quiere matar a la mujer y la mujer, al marido.

    Cazan entre nosotros el producto de nuestro pasado inmoral y amoral – asesinos que no tienen consciencia del valor de la vida humana, violadores que tienen total desprecio por las mujeres de nuestro país, animales que sacarían partido de la vulnerabilidad de los niños, los incapacitados y los ancianos, las aves de rapiña que no conocen obstáculos a la hora de enriquecerse.

    Conozco todo esto y sé que es cierto porque ¡soy africano!
    Es por ello por lo que soy capaz de enunciar esta verdad fundamental: he nacido entre héroes y heroínas.
    He nacido entre gentes que no tolerarían la opresión.

    Soy de una nación que no permitiría que el miedo a la muerte, a la tortura, al emprisionamiento, al exilio o a la persecución resultara en la perpetuación de la injusticia.

    Las grandes masas que son nuestra madre y nuestro padre no permitirán que este comportamiento de unos pocos resulte en la identificación de nuestro país y nuestra gente en los bárbaros

    Paciente porque la historia está de nuestro bando, estas masas no desesperan porque hoy haga mal tiempo. Ni se vuelven triunfalistas cuando mañana brille el sol.

    Sean las circunstancias que sean las que hayan vivido y gracias a esta experiencia, están destinados a definirse a sí mismos quienes son y quienes tendrían que ser.

    Hoy estamos aquí reunidos para anotar su victoria por la adquisición y el ejercicio de su derecho a formular su propia definición de lo que significa ser africano.

    La constitución, cuya adopción estamos celebrando, constituye un enunciado inequívoco de que rechazamos que nuestra africanidad sea definida por nuestra raza, color, y producto de los orígenes históricos.

    Es una rotunda afirmación hecha por nosotros el que Suráfrica pertenezca a todos los que vivan en ella, blancos y negros.
    La constitución da una clara expresión del sentimiento común como africanos (y lo defenderemos hasta la muerte) que la gente administrará.

    Reconoce que la dignidad del individuo es tanto un objetivo que la sociedad debe anhelar, como una meta que no puede separarse del bienestar material de ese individuo.

    Pretende crear un ambiente en el que toda nuestra gente se libere de los miedos, incluido el miedo a la opresión de un grupo nacional por otro, el miedo de la pérdida de poder de un escalafón social por otro, el miedo al uso del poder del estado para negar derechos humanos fundamentales y el miedo a la tiranía.

    La constitución pretende abrir las puertas para que aquéllos que estaban en desventaja puedan ocupar su lugar en la sociedad tan iguales como sus semejantes sin miras al color, raza, género, edad o procedencia.

    Da la oportunidad de capacitar a todos y cada uno de ellos para enunciar su propio punto de vista, sostenerlo y esforzarse por su implementación en el proceso de gobierno sin temor a que una visión contraria será correspondida con represión.

    Crea una sociedad gobernada por la ley que tendrá que ser hostil a las reglas arbitrarias. Permite la resolución de conflictos por medios pacíficos frente al uso de la fuerza.

    Rebosa de alegría por la diversidad de nuestras gentes y crea el espacio para que todos nosotros nos definamos como pueblo.

    Como africano, esto es un logro del que estoy orgulloso, orgulloso sin reservas y orgulloso sin ningún sentimiento de presuntuosidad.

    Nuestro sentido de ascenso en este momento también deriva del hecho de que este producto magnífico es creación única de manos africanas y de mentes africanas.

    Aunque poco, también constituye un tributo a la pérdida de nuestra vanidad que, a pesar de la tentación de tomarnos por una parte excepcional de la humanidad, aprovecha la experiencia y sabiduría acumuladas por toda la humanidad, para definirnos a nuestra voluntad.

    Y como sucede incluso en las mejores familias, también nosotros tenemos propensión a la mezquindad, la irritabilidad, el egoísmo y la inconsciencia.

    Pero parece que ocurrió que nos miramos al ombligo y nos dijimos que ya era hora de hacer un esfuerzo sobrehumano para lograr ser otros, para responder a la llamada de crearnos un futuro glorioso, para recordarnos aquél dicho latino que dice gloria est consequenda – ¡la gloria debe buscarse!
    Hoy sienta bien ser un africano.

    Sienta bien que pueda estar aquí de pie como un surafricano y como un soldado de infantería de un ejército africano titánico, el Congreso Nacional Africano, para decir a todas las partes aquí representadas, a los millones que han intervenido en los procesos que estamos concluyendo, a nuestros excelentes compatriotas que han presidido el nacimiento de nuestro documento fundacional, a los negociadores que intercambiaron un fuego cruzado de estrategias, a las estrellas anónimas que brillaron sin ser vistas como la gestión y la administración de la Asamblea Constitucional, a los consejeros, a los expertos y a los publicistas, a los medios de comunicación, a nuestros amigos repartidos por todo el mundo – ¡felicidades y buen trabajo!

    Soy africano.

    He nacido entre las gentes del continente de África.
    El dolor del violento conflicto de las gentes de Liberia, Somalia, Sudán, Burundi y Argelia es un dolor que yo también padezco.
    La catastrófica vergüenza de la pobreza, del sufrimiento y de la degradación humana de mi continente es una lacra que compartimos.
    La lacra para nuestra felicidad que deriva de esto y de nuestro viraje a la periferia de la ordenación de los asuntos de las personas, nos deja en una sombra persistente de desespero.

    Es un camino cruel al que nadie tendría que ser condenado.

    Esta criatura que hemos parido hoy, en esta pequeña esquina del gran continente que ha contribuido tan decisivamente a la evolución de la humanidad, dice que África se reafirma en su resurgimiento de las cenizas.

    Vengan las adversidades que vengan, ¡ahora nada puede pararnos! Ante las dificultades, ¡África estará en paz! Por cuanto más improbable pueda sonar a los escépticos, ¡África prosperará!

    Seamos quienes seamos, independientemente de nuestros intereses inmediatos, por mucho lastre del pasado que arrastremos, sin importar cuánto hayamos caído en el cinismo y en la pérdida de confianza en la capacidad de las gentes, dejadnos errar y dejadnos decir – ¡nada puede pararnos ahora!
    Gracias.

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