Al contrario que todas sus predecesoras, las «Grandes Esposas Reales», Tiy no era de linaje real y no ocultó nunca su origen noble, procedente de la ciudad sureña de Ajmin (Akhmin). Su padre, Yuya, era un jefe de carros de guerra,1 con familia de origen asiático, mientras que su madre, Tuya, ostentaba el título de «Ornamento Real», de dudosas atribuciones, así como de «Cantora del templo de Amón». Que el faraón-niño Amenhotep III (Amenofis III) se casase con Tiy en vez de con cualquiera de sus numerosas hermanas, no tiene una explicación clara, pero podría ser debido a:
Cuando Amenhotep III asumió el trono era aún un niño, y había un Consejo de Regencia dominado por la madre del rey, Mutemuia. Esta mujer, pese a haber parido al sucesor, no había sido la «Gran Esposa Real» de Thutmose IV (Tutmosis IV), y tuvo que aguantar el desplante de las otras reinas, que la veían como una esposa secundaria. Mutemuia se vengó de ellas al negar a las princesas reales el matrimonio con el «nuevo Horus».
Yuya era un hombre muy importante en el Egipto de aquel entonces, y es posible que incluso fuera el hermano de la reina madre Mutemuia. Por tanto, Tiy y Amenhotep III habrían sido primos, y su casamiento no hizo más que acabar por consagrar a aquel ambicioso señor.
A todo esto se une la conjetura de que la dama Tuya podía ser descendiente, por una rama secundaria, de Ahmose-Nefertari, como parecen indicar algunos de sus títulos, por lo que la candidatura de Tiy era del todo legítima.
Casar a Tiy con el faraón fue una hábil maniobra que benefició de forma insólita a Yuya y Tuya. Su poder creció parejo al de los jóvenes reyes, e incluso fueron enterrados en el Valle de los Reyes, un honor reservado a muy pocos nobles. Su tumba fue, junto con la de Tutanjamón (Tutankamón), hallada casi intacta, con hermosos sarcófagos de oro y las momias en perfecto estado de conservación.
La situación también benefició a los hermanos de Tiy. Se conoce con seguridad a Aanen, que no dejó de escalar puestos en el clero de Amón, y también es posible que la nueva reina fuera hermana del que más tarde fue el faraón Ay. Este versado hombre, un auténtico zorro político, asumiría el papel de Yuya al lado del rey, y aconsejaría sabiamente a tres reyes antes de ser él mismo, con sus hábiles maniobras, coronado.
Tiy se casó con Amenhotep III a la edad de siete u ocho años, aproximadamente dos menos que su sagrado marido. La jovencísima pareja pareció complementarse desde el primer momento y nunca más volvieron a separarse. Es innegable la influencia que tuvo Tiy sobre el faraón, nunca vista antes en las «Dos Tierras». Tanto es así que, con motivo de su matrimonio, Amenhotep III envió escarabeos a todos los monarcas vecinos en los que anunciaba la existencia de su primera Gran Esposa Real, así como la de los todopoderosos Yuya y Tuya.
A partir de aquel momento, y para sorpresa de todos, la reina Tiy no dejó de aparecer en todos los monumentos construidos por su marido, y en condiciones casi de total igualdad con él. El peso político de la joven reina era enorme, y no tuvo el menor reparo en manejar a Amenhotep III, que tuvo la inmensa suerte de gozar de un reinado largo y próspero. Se suele decir que Tiy fue la auténtica gobernante en la sombra, ayudada por su suegra Mutemuia y por la incapacidad de su real esposo.