El genocidio de los herero y namaqua, ocurrido entre 1904 y 1907 en el África del Sudoeste Alemana (actual Namibia), es uno de los capítulos más oscuros y menos conocidos de la historia colonial africana. Este episodio, considerado el primer genocidio del siglo XX, fue un intento sistemático por parte del Imperio Alemán de exterminar a estas comunidades indígenas. Las atrocidades cometidas durante este período incluyeron masacres, envenenamiento de pozos de agua y el desplazamiento forzado de miles de personas al desierto, donde murieron de sed y hambre. Este genocidio no solo dejó un profundo trauma en las comunidades herero y namaqua, sino que también sentó un precedente para las políticas de exterminio que se verían en el siglo XX.
Antecedentes: La Colonización Alemana del África del Sudoeste
A finales del siglo XIX, durante el reparto de África, las potencias europeas se disputaron el control del continente. En 1884, Alemania declaró un protectorado sobre el territorio que hoy es Namibia, conocido entonces como África del Sudoeste Alemana. Este territorio fue considerado apto para la colonización blanca, y los alemanes comenzaron a establecerse en la región, expropiando tierras y recursos de las comunidades locales.
Los herero, un pueblo de pastores, y los namaqua, un grupo étnico relacionado con los khoikhoi, fueron las principales víctimas de esta colonización. Los colonos alemanes confiscaron sus tierras y ganado, esenciales para su subsistencia, y los sometieron a condiciones de esclavitud y explotación. Además, las políticas coloniales impusieron impuestos y deudas insostenibles, lo que exacerbó el descontento entre las comunidades indígenas.
La Rebelión de los Herero y Namaqua
En enero de 1904, los herero, liderados por el jefe Samuel Maharero, se levantaron en armas contra el dominio colonial alemán. La rebelión fue una respuesta a años de opresión, expropiación de tierras y abusos por parte de los colonos. Los herero atacaron granjas y asentamientos alemanes, matando a alrededor de 120 colonos, incluyendo mujeres y niños.
La rebelión se extendió rápidamente, y en octubre de 1904, los namaqua también se unieron a la lucha. Sin embargo, las fuerzas coloniales alemanas, bajo el mando del general Lothar von Trotha, respondieron con una brutalidad sin precedentes. Von Trotha, un militar con experiencia en la represión de levantamientos en las colonias alemanas, llegó a Namibia en junio de 1904 con un contingente de 14.000 soldados y una orden clara: aplastar la resistencia indígena a cualquier costo.
La Batalla de Waterberg y el Exterminio
La Batalla de Waterberg, librada en agosto de 1904, marcó un punto de inflexión en el conflicto. Aunque las fuerzas herero lograron resistir inicialmente, fueron finalmente derrotadas por las tropas alemanas. Tras la batalla, los herero supervivientes, incluyendo mujeres y niños, huyeron hacia el desierto de Omaheke, donde muchos murieron de sed y hambre.
Von Trotha emitió una orden de exterminio conocida como el «Decreto de Exterminio» (Vernichtungsbefehl), en la que declaraba que todo herero encontrado dentro del territorio alemán, armado o desarmado, sería ejecutado. Además, ordenó el envenenamiento de los pozos de agua y el desplazamiento forzado de las comunidades indígenas hacia el desierto, donde no tenían acceso a alimentos ni agua. Estas políticas resultaron en la muerte de entre 24.000 y 65.000 herero (aproximadamente el 50-70% de su población) y 10.000 namaqua (alrededor del 50% de su población).
Las Justificaciones Coloniales y el Escándalo Internacional
El gobierno alemán justificó estas atrocidades argumentando que los herero y namaqua no eran seres humanos, sino «subhumanos», y por lo tanto no estaban protegidos por los tratados internacionales. Sin embargo, las noticias de las masacres y el trato brutal hacia los indígenas llegaron a oídos de la comunidad internacional, provocando un escándalo.
En diciembre de 1904, el canciller alemán Bernhard von Bülow criticó las acciones de Von Trotha, calificándolas de «contrarias a los principios humanitarios y cristianos». Aunque el káiser Guillermo II ordenó detener las políticas de exterminio, para entonces ya era demasiado tarde: miles de herero y namaqua habían perecido, y sus comunidades habían sido devastadas.
El Reconocimiento del Genocidio
El genocidio de los herero y namaqua fue reconocido oficialmente por las Naciones Unidas en 1985, en el Informe Whitaker, que lo catalogó como uno de los primeros intentos de genocidio del siglo XX. Sin embargo, no fue hasta 2004, cien años después de los hechos, que el gobierno alemán emitió una disculpa oficial por las atrocidades cometidas.
A pesar de este reconocimiento, las heridas del genocidio siguen abiertas. Las comunidades herero y namaqua han exigido reparaciones y un mayor reconocimiento de su sufrimiento, pero las negociaciones con el gobierno alemán han sido lentas y complicadas. En 2021, Alemania acordó pagar 1.100 millones de euros en compensación, pero muchos consideran que esta cantidad es insuficiente dada la magnitud de las atrocidades cometidas.
Conclusión: Un Legado de Trauma y Resistencia
El genocidio de los herero y namaqua es un recordatorio sombrío de los horrores del colonialismo y el racismo institucionalizado. Las políticas de exterminio implementadas por el Imperio Alemán no solo buscaban eliminar a estas comunidades, sino también borrar su cultura y su identidad. Sin embargo, a pesar de los intentos de silenciarlos, los herero y namaqua han mantenido viva su historia y su lucha por la justicia.
Este capítulo de la historia no solo es relevante para Namibia, sino para todo el mundo, ya que nos recuerda la importancia de confrontar el pasado y reconocer las injusticias cometidas. Como dijo el jefe herero Vekuii Rukoro, «el genocidio no es solo un crimen contra un pueblo, es un crimen contra la humanidad».
Referencias
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- United Nations. Whitaker Report on Genocide. United Nations, 1985.