Raptado en África y vendido como esclavos en Brasil, la historia de Mahommah Baquaqua, que escapó a la libertad en Nueva York, es la única que se conoce y que relata de primera mano y en profundidad el tema la esclavitud en el gigante de América del Sur.
Pero pocos en Brasil conocen la biografía de Baquaqua que, 160 años después de ser escrita, va a ser publicada en portugués por primera vez en momentos en que el país experimenta un impulso creciente para examinar su complejo y oscuro pasado racial.
Este año se creó una Comisión de la Verdad que tiene la misión de investigar el periodo de la esclavitud, que abarca unos 350 años. Los turistas que vengan a ver los Juegos Olímpicos en 2016 podrán caminar por un sendero marcado de sitios históricos, entre los que se encuentra una fosa común donde los esclavos que morían en su periplo desde África eran arrojados.
Un sitio web sobre la vida de Baquaqua se lanzará el próximo mes, la edición de un libro para niños está en marcha, y maestros de escuela de un estado del noreste están siendo capacitados para incorporar las enseñanzas del texto en clase.
«Vemos que hay un gran interés del público en general en conocer esta historia», dijo Bruno Veras, uno de los investigadores y traductores que están trabajando en la versión en portugués de la biografía. «Brasil es esencialmente africano, pero no se siente de esa manera. La historia de Baquaqua ofrece una nueva oportunidad para que las personas se identifiquen con este nuevo personaje».
Brasil era el mercado de esclavos más grande del mundo antes de que la esclavitud se aboliera en 1888. También fue el último país del continente americano en abolirla. Algunos investigadores dicen que académicos del pasado querían alimentar el mito de la democracia racial brasilera y de popularizar la falsa versión de que la esclavitud fue benigna en comparación con la de Estados Unidos.
«La esclavitud en Brasil fue igual de cruel comparado con otros países. Pero la población eso es desconocido, especialmente para el pueblo negro, nuestros jóvenes», dijo Marcelo Dias, presidente de la asociación de abogados de Río de Janeiro, fundador de la Comisión de la Verdad.
A diferencia de Estados Unidos, donde miles de esclavos contaron sus historias como esclavos y luego como personas libres durante los años de la abolición, el extenso relato de Baquaqua es el único del que se tiene evidencia sobre los esclavos que arribaban a Brasil.
Baquaqua contó su relato dictándolo en un inglés imperfecto cuando vivió en libertad en Canadá en 1854. Dijo que nació en el seno de una familia de comerciantes hacia 1824 en lo que hoy es Benin, África Occidental. Cuando trabajaba como mensajero y asistente de un cacique local fue capturado en 1845 y enviado a una playa cerca de Recife, Brasil.
Fue vendido a un panadero, quien, dice, lo golpeaba incluso durante las ceremonias religiosas. Luego fue vendido en Río de Janeiro al capitán de un buque mercante que zarpó en 1847 rumbo a Nueva York, donde la esclavitud había sido abolida.
«La primera palabra en inglés que mis dos compañeros (de la nave) y yo aprendimos fue ‘libre»’, dice el relato.
Baquaqua intentó escapar tan pronto el buque llegó arribó a Nueva York, pero fue encarcelado. Más tarde se liberó con la ayuda de los abolicionistas, huyó a Boston y luego a Haití.
Posteriormente viajó a Gran Bretaña, con la intención de volver a África como misionero cristiano. Pero no hay registro suyos después de 1857 o no se han encontrado, y no está claro qué pasó con él.
El libro «La Biografía de Mahommah G. Baquaqua» se imprimió en Detroit en 1854 y él realizó giras para promocionar el libro, dijo Paul Lovejoy, experto en la historia de la diáspora africana de la Universidad de York en Toronto, y quien ayudó a resucitar la biografía con una edición de 2007.
No está claro cuántos libros se imprimieron cuando Baquaqua consiguió su libertad, pero la historia fue distribuida principalmente por los abolicionistas de Estados Unidos, dijo Lovejoy. Nunca se distribuyó en Brasil, donde tener una imprenta en la época era prohibido por los colonizadores portugueses.
Estudiosos del tema aseguran que la falta de relatos de esclavos en Brasil impidió que el país conociera su propia historia. El llamado Proyecto Baquaqua, encargado de difundir su historia y hacer una investigación sobre su vida, es parte de un esfuerzo más grande que involucra a historiadores, artistas y abogados que trabajan para revelar el pasado del país.
La Comisión de la Verdad, liderada por Dias, podría buscar la reparación del Estado por lo que cree que es una «obligación histórica». Mientras que la población negra constituye la mitad de la población del país, lo que le otorga a Brasil el estatus de nación con mayor cantidad de negros luego de Nigeria, sólo el 18% ocupan puestos importantes en grandes empresas, el Congreso, las cortes o la industria del entretenimiento, según un reciente estudio realizado por el diario Folha de S. Paulo.
A través de convenios con universidades de Estados Unidos y Angola, la Comisión y otros actores esperan tener acceso a archivos en el extranjero que podrían ayudar a cuantificar hasta qué punto el estado brasileño hizo dinero con los impuestos que tenían que pagar los traficantes de esclavos.
«Nuestro papel es reabrir viejas heridas», dijo Dias.
El experto Lovejoy tuvo la idea de publicar la biografía de Baquaqua en Brasil el año pasado pues conocía a Veras por el trabajo que hicieron en un proyecto para construir una base de datos global que tuviera todas las biografías de los esclavos.
La historia de Baquaqua, Lovejoy dijo, «permite a los profesores tener un ejemplo del que pueden hablar a los niños en un nivel en el que ellos pueden entender. Ya no es un concepto abstracto».
El libro será lanzado en portugués a finales de este año. En agosto, Veras pondrá en marcha un sitio web para compartir información sobre Baquaqua y actualmente está dirigiendo talleres en el estado de Pernambuco para ayudar a los maestros a incorporar su historia en sus planes de estudio. Un artista en Bahía, además, está ayudando a ilustrar una versión de la historia para niños.
Desde 2003, por ley las escuelas brasileñas tienen que enseñar estudios africanos, pero los académicos dicen que todavía no hay suficiente material ni conocimiento especializado.
«No tenemos ninguna referencia de nada, no sabemos nada de nuestra cultura que no sea el cliché de la samba y la feijoada», dijo Juliana Luna, refiriéndose a un guiso tradicional brasilero.
Esta empresaria digital de 29 años se encuentra entre los pocos brasileños elegidos para trabajar recientemente en un documental que usa muestras de ADN para rastrear las conexiones con sus ancestros de África. Luna rastreó sus raíces a Nigeria, adonde fue llevada por el proyecto a que visitara un puerto esclavo cerca de Lagos.
La experiencia, dijo, cambió la imagen que tenía de sí misma.
«Yo soy parte de algo mucho más grande de lo que imaginaba», dijo.
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