La historia de Ota Benga es uno de los episodios más oscuros y vergonzosos de la historia moderna, un recordatorio de los horrores del racismo científico y la deshumanización que caracterizaron a finales del siglo XIX y principios del XX. Ota Benga, un joven pigmeo del Congo, fue exhibido como una atracción en el Zoológico del Bronx en Nueva York, encerrado en una jaula junto a un orangután y presentado como un «eslabón perdido» entre los humanos y los primates. Su vida, marcada por la explotación y el sufrimiento, es un testimonio de la crueldad y la ignorancia que pueden surgir cuando el racismo se combina con la pseudociencia.
Los orígenes de Ota Benga
Ota Benga nació alrededor de 1883 en el territorio que hoy es la República Democrática del Congo. Perteneciente a la etnia mbuti, un grupo pigmeo de la región del río Kasai, Benga vivió una vida tradicional en la selva hasta que su mundo fue destruido por las atrocidades del colonialismo belga. En 1904, durante una expedición al Congo, el empresario y explorador Samuel Phillips Verner «adquirió» a Benga, supuestamente rescatándolo de una tribu caníbal que había matado a su familia. Sin embargo, es más probable que Benga fuera comprado por Verner a cambio de bienes como sal y tela, una práctica común en esa época.
La exhibición en la Exposición Universal de San Luis
En 1904, Ota Benga fue llevado a Estados Unidos para ser exhibido en la Exposición Universal de San Luis, un evento que pretendía mostrar los avances de la civilización occidental. Benga fue presentado como un «verdadero africano salvaje», una curiosidad exótica que atrajo a miles de visitantes. Sus dientes afilados, una práctica cultural de su tribu, fueron utilizados para reforzar la narrativa de que era un «caníbal». Aunque Benga participó en actividades como lanzar flechas y tejer hamacas, su humanidad fue sistemáticamente negada.
El Zoológico del Bronx: La jaula humana
En 1906, Ota Benga fue trasladado al Zoológico del Bronx en Nueva York, donde fue encerrado en una jaula junto a un orangután llamado Dohong. El letrero frente a su jaula lo describía como un «pigmeo africano», destacando su edad, altura y peso, como si fuera un animal más del zoológico. Benga se convirtió en una atracción popular, atrayendo a multitudes que lo observaban con una mezcla de curiosidad y desprecio.
Aunque algunos visitantes se sintieron incómodos con la exhibición, otros la justificaron bajo el pretexto de la ciencia. En esa época, el racismo científico estaba en su apogeo, y figuras como el director del zoológico, William Temple Hornaday, veían a Benga como una prueba viviente de la teoría de la evolución y la jerarquía racial.
La resistencia y la «liberación»
La exhibición de Ota Benga no pasó desapercibida para todos. Líderes religiosos y activistas afroamericanos, como el reverendo James H. Gordon, denunciaron la inhumanidad de su situación. Gordon describió la exhibición como una «degradación de la raza humana» y presionó para que Benga fuera liberado. Finalmente, en septiembre de 1906, Benga fue retirado del zoológico y llevado a un orfanato en Brooklyn.
La vida después del zoológico
Aunque Benga fue liberado de su jaula, nunca logró escapar completamente de la opresión y el racismo. Vivió en varios orfanatos y finalmente fue trasladado a Lynchburg, Virginia, donde trabajó en una fábrica de tabaco. A pesar de los esfuerzos por integrarlo en la sociedad, Benga nunca se sintió cómodo en su nuevo entorno. Extrañaba su hogar en el Congo y luchó por adaptarse a una cultura que lo había tratado como un objeto.
El trágico final de Ota Benga
El 20 de marzo de 1916, Ota Benga decidió poner fin a su sufrimiento. Después de encender un fuego ritual y bailar una danza tradicional, se disparó en el corazón con una pistola que había robado. Tenía solo 32 años. Su muerte fue un acto de desesperación, pero también una última afirmación de su humanidad y su identidad cultural.
El legado de Ota Benga
La historia de Ota Benga es un recordatorio de los horrores del racismo y la deshumanización. Su vida ha sido rescatada del olvido gracias al trabajo de historiadores y periodistas como Pamela Newkirk, autora del libro Spectacle: The Astonishing Life of Ota Benga. Newkirk describe la exhibición de Benga como «uno de los episodios más vergonzosos de la historia estadounidense».
Hoy, la historia de Ota Benga nos desafía a confrontar las injusticias del pasado y a reflexionar sobre cómo el racismo y la pseudociencia continúan afectando a las sociedades modernas. Su legado es un llamado a la empatía, la justicia y el respeto por la dignidad humana.
Conclusión
Ota Benga fue víctima de un sistema que lo redujo a una curiosidad científica y un espectáculo para el entretenimiento público. Su vida y su muerte son un testimonio de la resistencia y la lucha por la dignidad en un mundo que intentó negarle su humanidad. Al recordar su historia, honramos su memoria y nos comprometemos a construir un futuro donde nadie sea tratado como un objeto o una atracción.
Referencias
- Newkirk, Pamela. Spectacle: The Astonishing Life of Ota Benga. New York: HarperCollins, 2015.
- Bradford, Phillips Verner, and Harvey Blume. Ota Benga: The Pygmy in the Zoo. New York: St. Martin’s Press, 1992.
- Gould, Stephen Jay. The Mismeasure of Man. New York: W.W. Norton & Company, 1981.
- Hornaday, William Temple. The Minds and Manners of Wild Animals. New York: Charles Scribner’s Sons, 1922.
- Smith, Ken. Raw Deal: Horrible and Ironic Stories of Forgotten Americans. New York: Blast Books, 1998.
- New York Times. «Man and Monkey Show Disapproved by Clergy.» The New York Times, September 10, 1906.
- Spiro, Jonathan Peter. Defending the Master Race: Conservation, Eugenics, and the Legacy of Madison Grant. Burlington: University of Vermont Press, 2009.
- Osborne, Michael A. Nature, the Exotic, and the Science of French Colonialism. Bloomington: Indiana University Press, 1994.
- Blanchard, Pascal, et al. Human Zoos: Science and Spectacle in the Age of Colonial Empires. Liverpool: Liverpool University Press, 2008.
- Lindqvist, Sven. Exterminate All the Brutes. New York: The New Press, 1996.