La XVIII dinastía egipcia fue una de las más grandes y dió a luz a muchos soberanos (cuatro Tutmosis, cuatro Amenhotep, y la famosa reina Hatshepsut …), después de la expulsión de los hicsos en el año 1580 A.C, Egipto alcanzó su apogeo durante el reinado de Tutmosis III (Menjeperra Djéouti Mèsu), (hijo de una Sudanesa). Este faraón decidió conquistar los países enemigos circundantes con el fin de interrumpir cualquier riesgo de amenaza externa: como Creta, Chipre, las Cícladas en el Mediterráneo y Khati, Mitanni, Amourrou, Kadesh, Siria, el país de Akkad, Babilonia en toda el Asia occidental.
Colonizando gran parte del mundo conocido y civilizado, Tutmosis III exportó a través de estos países su método de gestión estatal (más tarde llamado modo de producción asiático o MPA) en toda el Asia Occidental, Creta y Micenas.
Así los estados vencidos podían conservar pequeñas tropas de guardias territoriales, y la defensa del imperio correspondía al ejército egipcio que estaba confinado en los lugares más estratégicos y en las ciudades más importantes.
Los generales egipcios hacían visitas de inspección en todo el imperio y los hijos de los príncipes vasallos fueron tomados como «rehenes» y educados con los métodos egipcios con el fin de que se impregnaran de la vida egipcia.
Según Jacques Pirenne en su libro «La historia de la civilización del antiguo Egipto, Volumen 2″, «un verdadero ministerio de Relaciones Exteriores, encargado de las relaciones con los países extranjeros se estableció en Tebas y también incluyó una cancillería especial para centralizar la correspondencia con los funcionarios de la administración egipcia en las provincias, con las ciudades y los príncipes vasallos, correspondencia cuidadosamente conservada en los archivos del departamento y parte de la cual fue encontrada en Tell-el-Amarna.»
Herodoto nos dice: «Todos los habitantes de Siria tenían que inclinarse uno tras otro ante el irresistible poder del faraón, los Lamnanou, los Khati (hititas), la gente de Singra, los de Asia (Chipre) : sus repetidas revueltas sólo condujeron a cargar el yugo que pesaba sobre ellos. Los reyezuelos sirios, una vez tan turbulentos, se resignaron a su suerte y ofrecieron a sus hijas al Faraón para que adornaran su harén. La conquista parecía terminada, al menos en Asia, y la correspondencia entre los príncipes vasallos y los gobernadores egipcios contenían nada más que manifestaciones de devoción».
Tutmosis III (Djéouti Mèsu), el más grande conquistador de todos los tiempos reina guiado por la voluntad divina del Dios Amon Ra. Además, el rey también lee y escribe, y los documentos permiten reconstruir la imagen de un hombre enamorado de la cultura y la historia. En Karnak, hizo construir una Sala de los Antepasados en la que aparece una lista de los reyes que comienza con Menes (Narmer). En Akhménou, inauguró el «Jardín Botánico», un espacio decorado con bajorrelieves que representan todo tipo de flora y fauna, con una vocación casi enciclopédica. Cuando su expedición capturó un rinoceronte en Nubia, registró todos los hechos detalladamente. Tutmosis III también practicó la caligrafía, como atestiguó su visir Rekmiré.
En la estela poética de Karnak encontramos las descripciones de las hazañas de Tutmosis III, tales como:
«Yo he venido (Amon) para hacer que pisotees a los príncipes de Djahi (Fenicia), yo los extiendo bajo tus pies a través de sus países; yo hago que vean a tu majestad equipada con tus insignias cuando recibes las armas de combate sobre el carro.
«Yo he venido (Amon) para hacer que pisotees la tierra de Oriente; Kafti (Creta) y también (Chipre) están bajo tu terror; yo hago que vean a tu majestad como un toro joven de firme corazón y afilados cuernos que nunca es embestido,
«Yo he venido (Amon) para hacer que pisotees a los pueblos que se resisten en sus puertos y las tierras de Mitanni están temblando bajo tu terror; yo hago que vean a tu majestad como un hipopótamo, el señor del terror bajo las aguas que nunca es atacado,
“Yo he venido (Amón) para hacer que pisotees a los que están en sus islas; los que viven en el mar se encuentran bajo tu rugido, yo hago que vean a tu majestad como un vengador que se encuentra en la espalda de su víctima «
”Yo he venido (Amón) para hacer que pisotees a los Tahenou (Libios) las islas de los Danaens pertenecen a la potencia de tu poder; yo hago que vean a tu majestad como un león que los hace postrarse como cadáveres a lo largo de sus valles”
“Yo he venido (Amón) para hacer que pisotees a las regiones marítimas, toda el área de la gran zona de agua (Mediterráneo oriental) queda encerrado en tu puño; yo hago que vean a tu majestad como el señor del ala, un halcón, que atrapa lo que ve según desea”
“He venido (Amón) para hacer que pisotees a los pueblos que residen en sus lagunas que están en el principio de la tierra y ates a los beduinos del desierto como cautivos, yo hago que vean a tu majestad como un chacal del Alto Egipto, señor de la velocidad y corredor que atraviesa las Dos Tierras”
Cabe señalar que “La Ilíada” de Homero se extrae de un hecho verídico que tuvo lugar durante la revuelta de Joppé, donde se introdujeron en la ciudad 500 soldados escondidos en tinajas.
No es difícil de imaginar la gran influencia que tuvo Egipto en todos estos países conquistados en cuestión de cultura así como que los Hititas adoptaron la escritura jeroglífica, encontrándose las pruebas de ello en sus archivos. Durante las excavaciones arqueológicas en Asia y Europa hemos podido darnos cuenta de la contribución de la civilización egipcia y el descubrimiento en el sur de Rusia de una esfinge no hace más que confirmar la presencia de los egipcios hasta en esos lugares.
Herodoto en su «Libro II» nos arroja algo de luz sobre estos datos al escribir: «las estelas que el rey de Egipto dejó en diferentes países, la mayoría no son visibles y ya no existen, pero en Siria Palestina yo mismo he visto que todavía existen, llevando las inscripciones que mencioné, y los genitales de la mujer. En Ionia hay dos imágenes de este hombre talladas en bajorrelieve en las rocas en la carretera que va del país de Éfeso a Focea y de la que va de Sardis a Esmirna. De ambos lados está esculpido un hombre de una altura de cuatro codos y medio, y sostiene en su mano derecha una lanza y en la mano izquierda un arco; el resto de su equipamiento es en parte egipcio, en parte etíope: De un hombro al otro y cruzado en el pecho lleva grabada una inscripción con caracteres egipcios sagrados que dice: yo, por la fuerza de mis hombros, he conquistado este país «.
Al estar en el origen de la creación del Primer Imperio Mundial, Tutmosis III es comparado con los hombres cuyo nivel de moralidad fue bajo: Alejandro Magno, César y el Imperio Romano, Carlomagno, Napoleon.
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