Tidiane N’Diaye, investigador especializado en la historia de las civilizaciones africanas, ofrece un análisis exhaustivo de la dispersión de las pueblos de habla Bantú .
El término Bantú designa un concepto étnico y es aplicado hoy en día a un grupo de personas que hablan lenguas muy cercanas. Abarcando éstas desde el sur de Camerún al sur de África, incluyendo el pasaje del África oriental y central. Los bantúes se dividen en dos grandes ramas lingüísticas: la del este y la del oeste. Los Bantús emigraron desde el este a través de las tierras altas, de Zimbabwe y Mozambique hasta Sudáfrica.
Los Bantús occidentales se establecieron en la selva y la sabana de Angola, Namibia y Botswana. La terminología de «lengua bantú», por su parte, ha sufrido cambios, consecuencias de los largos movimientos migratorios de estos nómadas. Pero todas sus lenguas derivadas presentan tal parentesco que su unidad de civilización es obvia. La historia de este pueblo está estrechamente ligada a un movimiento masivo de la población que se llevó a cabo a través del continente negro. Un fenómeno que se conoce como La Gran Dispersión de los Bantúes.
Este movimiento se extiende sobre una escala muy grande de espacio y tiempo debido a la exuberante e impenetrable gran selva ecuatorial, que fue un obstáculo de los más difíciles de superar. La dispersión de los bantús habría comenzado a principios de la formación del Sahara. A partir de 5000 años antes de nuestra era el clima convertido en árido al norte del continente, llevó a la disminución de la capa freática y el consiguiente deterioro del medio ambiente.
Este cambio alteró el modelo económico de la región, previamente basado en la explotación de los recursos naturales, sobre todo acuáticos, como la caza, la pesca y la recolección. Los antepasados de los bantúes vivían en la parte del Alto Nilo, entre los paralelos 17 y 21. Estos primos lejanos de los actuales negros sudaneses, incluso formaron parte de la población de los reinos del Kush, Napata y Meroe en el siglo VII antes de nuestra era. Fue después de la pérdida de tierra fértil, que ejercieron una presión gradual sobre sus vecinos del sur, obligándoles a desplazarse sucesivamente en largas distancias.
La paleontología y la antropología demuestran, de hecho, que los Saharianos mesolíticos de Asselar eran «una especie de bantúes negros». Así encontramos sus huellas en todas las regiones que colindantes entre el norte del continente y el África subsahariana. Muchos de los objetos que incluyen jarrones, fueron descubiertos en el Aouker prehistórico, una región en la actual Mauritania. Son idénticos en todos los aspectos a los que todavía son utilizados por los pueblos bantúes de Sudáfrica.
En sus primeros movimientos migratorios, la mayoría de los grupos de habla bantú salieron en dirección al suroeste y sureste del continente. Otros se vieron obligados a hacer frente a la selva, para establecerse más adelante. El grupo que ocupa actualmente Sudáfrica, se habría establecido por primera vez durante el siglo V antes de nuestra era en las fronteras de Camerún y Nigeria. Luego, durante su larga progresión, las poblaciones originarias de la región comprendida entre el sur de Bénoué (Nigeria) y el actual Camerún, emigraron en etapas hacia el resto de África central y hacia África oriental y meridional.
Estas poblaciones se establecieron inicialmente en torno a la cuenca del río Congo y más al este, cerca de los Grandes Lagos. Estas poblaciones son a día de hoy, unas el «núcleo bantú occidental» y las otras el «núcleo bantú oriental». Es a partir del siglo XI, que se desarrolló en el Este, especialmente en Kenia, la ganadería y los reinos poderosos.
Númerosos grupos de habla bantú habían continuado sus marcha de siglos al principio para para alcanzar el territorio del Gran Zimbabwe. Esta antigua capital de una importante formación económica y política medieval, fue construida por el pueblo «indígena» Shona durante el período entre el 400 antes de nuestra era y el siglo XV. Zimbabwe (Dzimba dza mabwe) significa «grandes casas de piedra» en lengua Shona, o «Tumbas de los jefes» por extensión.
Por descubrimientos relativamente recientes, sabemos que el Gran Zimbabwe tuvo su auge entre los siglos IX y XV. Sus estructuras son como las de Egipto y Nubia, los más imponentes descubrimientos arquitectónicos de África. La ciudad se estableció en una montaña situada al sureste de Harare. El lugar declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad es una verdadera acrópolis de África, que se compone de bloques de granito conectado entre sí o unido por paredes que forman pequeños pasillos y varios recintos.
Sus ruinas dominan ochenta metros de la sabana circundante. Están rodeados de colinas sobre las cuales otras construcciones semejantes fueron construidas y se encuentran a una quincena de kilómetros al sur de la ciudad de Musvingo en Zimbabwe. El capitán de la guarnición portuguesa Vicente Pegado, describió la ciudad en 1531:
“Cerca de las minas de oro en el interior, entre el Limpopo y el Zambeze, hay una fortaleza de piedra de tamaño extraordinario, de la que parece que no se utilizó el mortero. Esta construcción está rodeada de colinas, sobre las que se encuentran edificios similares, también sin que se haya utilizado el mortero, y uno de ellos es una torre de más de 12 brazas (22 metros) de altura. Los lugareños llaman a estas construcciones Symbaoe, lo que significa en su idioma «corte».
De hecho, todos los que las visitaron quedaron impresionados por los vestigios de la ciudad, que testificaban que existieron entre sus cimientos, el equivalente a astrónomos expertos. El edificio cuenta con una precisa orientación. Sus diseñadores estaban dotados también del talento de arquitectos, ingenieros de construcción en piedra y en ingeniería civil. Y junto con el comercio de oro, fue lo que dotó al Gran Zimbabue de los medios para su desarrollo y poder.
Los orígenes de este misterioso descubrimiento en el siglo XIX fueron el centro de una gran polémica. Muchos investigadores se negaron a creer que una civilización tan avanzada, pudiera ser obra de las poblaciones negro-africanas. Se formularon las teorías más extravagantes y todas tenían una cosa en común: El Gran Zimbabwe no fue obra de los africanos. El naturalista y geólogo alemán Carl Mauch, uno de los primeros investigadores de Europa en visitar el lugar, escribió en 1871:
“La ciudad no fue construida por los africanos ya que el estilo del edificio es muy elaborado; es la obra de colonos fenicios y judíos”.
Los portugueses por su parte, después de haber suplantado a los comerciantes árabes, hicieron la conexión entre estas ruinas y las referencias bíblicas a las minas del rey Salomón o el antiguo reino de la Reina de Saba. Esto inspiró a un joven oficial colonial británico, H. Rider Haggard, una novela publicada en 1895 bajo el título de Las minas del rey Salomón. Contaba, por supuesto y con todas estas especulaciones, un pueblo del sur de África que fue desposeído de su herencia para el provecho de «los visitantes desconocidos.» Estas especulaciones, sin embargo, serán barridas por la obra de Gertrude Caton-Thompson. Enviado en 1931 por la Asociación Británica de Arqueología, la aclaración de este gran especialista, permite certificar que la ciudad era de hecho la obra de una civilización africana Negra y no de «visitantes desconocidos.»
El Gran Zimbabwe fue desintegrado por completo a partir del siglo XV. El lugar fue progresivamente abandonado debido a la sequía y el agotamiento de las minas de oro en la región. Fue después de esto que la mayoría de los descendientes de los inmigrantes de habla bantú, continuaron su crecimiento siempre hacia el sur, no sin haber cruzado los ríos Zambeze y Limpopo.
Es comúnmente aceptado que el desarrollo de la metalurgia y del hierro, constituyó el punto de partida de todas las civilizaciones avanzadas. Los pueblos de habla bantú originales del norte conocieron el uso del hierro durante siglos. Sus antepasados fueron reyes-herreros, que hicieron herramientas para limpiar los claros. Los agricultores y pastores, fueron utilizando el uso del hierro con una superioridad aplastante. Gracias a estas herramientas y a las armas forjadas este metal, pudieron conquistar nuevas tierras y dominar cantidad de pueblos en su camino.
Los Bantús en las civilizaciones africanas: dispersión, unidad y resistencia
Los Bantúes, primeros pobladores de Sudáfrica (Parte 1)
Los Bantúes, primeros pobladores de Sudáfrica (Parte 2)
Tidiane Ndiaye
Antropólogo e historiador Senegalés
Traduccion: historiadeafrica.com
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